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"No sé si llamarlo suerte", comenta con humildad, pero también con la sensación de que, por fin, sus historias encontraron un espacio de reconocimiento.
El certamen, organizado para celebrar los 90 años de Copec, premió la chispa, el humor y la autenticidad de su cuento infantil "La bruja que quería dormir", un texto breve de apenas cinco páginas que logró instalarse entre los mejores relatos infantiles del país.
Gracias a este logro, su trabajo tomó especial notoriedad a nivel nacional. Sin embargo, Consuelo escribe desde que era una niña de apenas 11 años, cuando inventó sus primeras historias, y desde entonces no se detuvo más.
"He sido una autora de clóset toda mi vida", confiesa. Lo dice porque, pese a tener catorce novelas y más de setenta cuentos escritos, todavía no ha logrado publicar ninguno de ellos con una editorial.
Su camino en la literatura comenzó en los prematuros años del internet de la década de los 2000, en una plataforma que muchos lectores antiguos recordarán: loscuentos.net. Ahí, "cuando internet era prehistórico", comenzó a compartir relatos, recibir comentarios y aprender a convivir con la crítica.
Con el paso del tiempo, sumó experiencias y nuevos relatos que postuló para concursos universitarios. En la Universidad Católica de Temuco obtuvo un segundo lugar, un tercero y una mención honrosa. Pero nunca había participado en un certamen de alcance nacional como el de Copec.
La amplitud de sus influencias revela también la diversidad de su propia escritura. Adora la magia de J.K. Rowling, la ironía y picardía infantil de Roald Dahl, las profundidades existencialistas de Albert Camus y la fuerza emocional de los clásicos de literatura universal. Es de esas autoras que lo leen todo y escriben de todo.
"Soy ecléctica", resume. Según su testimonio, puede crear historias infantiles llenas de humor, magia y personajes exagerados, pero también novelas existenciales donde el fondo emocional es el motor. "Para que mis personajes se sientan vivos, deben tener emociones vivas", explica. Y esa idea parece ser su brújula narrativa.
Su obra más reciente y con la cual participó en el concurso nacional de Copec, cuenta la vida de Emelina, una abuela bruja trabajólica con problemas de insomnio.
El número de obras en su haber impresiona: catorce novelas, cuatro sagas y más de setenta cuentos. "Pueden ser más", aclara, porque algunas historias quedaron inconclusas, otras están en proceso de revisión y varias llevan años en carpetas digitales esperando su oportunidad.
Gracias a su profesión, también está traduciendo al inglés uno de sus libros infantiles, El bebé brujo, una obra original que busca abrirse camino en un público más amplio.
"Escribir no es un hobby", dice con firmeza. "Es una necesidad biológica. Así como otros respiran, yo creo y escribo". Pero admite que la vida que, el trabajo, la maternidad, las responsabilidades, le han quitado el tiempo para dedicarse a publicar.
"Ser mamá es un trabajo duro... merecemos una medalla por ello", dice entre bromas, aunque dejando claro que su prioridad siempre será su familia.
Más allá de los concursos, tiene un sueño y un objetivo por cumplir en su carrera literaria: ver un libro suyo en manos de un niño o de cualquier persona que quiera leer una historia con humor, magia o emoción. "Necesito esa validación, saber que lo que hago no es una locura mía".
En la trayectoria de toda escritora existen pilares que brindan inspiración, fuerza y motivación. Para Consuelo, ese pilar es Vicente, su pareja y padre de su hija Eloísa.
Llevan una relación de casi diez años, habla de él con un cariño que viene del corazón y le adjudica un reconocimiento genuino. "Es mi primer lector, mi primer soporte y el único que lo hace voluntariamente", dice riendo.
Confiesa que él es quien tiene la paciencia de seguirle el ritmo cuando entra en modo edición durante tardes enteras en su oficina, borrando, reescribiendo, perfeccionando. Incluso disfruta cuando él "pelea" con los personajes: "Me encanta, porque significa que están vivos".
Consuelo vive y trabaja en Los Ángeles, donde hace clases particulares de inglés y español como lengua extranjera para estudiantes de Chile, Inglaterra y Australia.
Estudió en Temuco, pero volvió a su ciudad natal para formar su familia y crear desde la tranquilidad de su hogar. "Desde Los Ángeles para el resto del planeta", repite como lema.
Hoy, ese mismo hogar es el lugar donde sigue dando forma a nuevas ideas que sigan inspirando sus obras y soñando con algún día en que uno de sus libros llegue, por fin, a las manos de un lector real.
Según la autora, ser el segundo lugar entre más de 7 mil obras a nivel nacional, fue un impulso, un empujón emocional y creativo. Pero en paralelo, lo considera como un paso fundamental para buscar nuevos lectores y una editorial que se fije en su trabajo.
Porque, con el talento y la perseverancia que carga desde los once años, esta escritora angelina todavía tiene muchas historias por contar.
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