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Según relata, los animales pasaban sus días encerrados detrás de un portón, sin ver la luz salvo por un pequeño orificio.
"Vivían subidos en el excremento, ya no había más espacio para ver otra cosa. El lugar estaba lleno de basura", describe. La única agua que recibían provenía de una vecina que les dejaba un poco por debajo del portón, en los rieles.
El cachorro estaba "plagado de garrapatas, inflado por parásitos intestinales", mientras que la madre presentaba el mismo nivel de abandono. Vecinos y agrupaciones llevaban meses intentando rescatarlos sin éxito, por temor a las personas que vivían en el domicilio.
Luis reconoce que golpearon muchas puertas: la veterinaria municipal, organizaciones y personas particulares, pero nadie se atrevía a acompañarlo. "Decían que eran animales de narcotraficantes, que había un búnker adentro. Puras historias que espantaban a todos", cuenta.
Finalmente, decidió actuar. Llegaron temprano, tocaron la puerta y conversaron con la mujer que salió al exterior.
Tras más de quince minutos de diálogo, lograron sacar a los animales.
Desde entonces ha pasado casi un año. Patita y Luchito han permanecido en un refugio pagado, donde Luis cubre mensualmente los gastos de estadía y alimentación.
A pesar de su recuperación, encontrarles una familia definitiva ha sido difícil. Por eso hoy pide ayuda para difundir su historia.
"Para mí no hay distancia. Yo voy desde Santiago hasta Puerto Montt a dejar cualquier animal que sea adoptado. Lo importante es que encuentren un hogar de verdad", asegura.
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