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En un mundo en constante desarrollo, el transporte es una arteria vital de nuestra civilización, impulsando a las personas y a las economías hacia adelante. Sin embargo, a medida que aceleramos hacia futuros más brillantes, nos enfrentamos a un desafío formidable: el impacto en el planeta del consumo de energía.
El Día Mundial de la Eficiencia Energética es buen momento para reflexionar cómo podemos cambiar nuestro sistema de transporte, no solo para ir más rápido, sino también para ir mejor.
Esta industria consume cerca de una cuarta parte de la energía mundial y su demanda crece a medida que el mundo avanza en desarrollo. A pesar de que los progresos de la tecnología han aumentado la eficacia de los vehículos que circulan por nuestras carreteras, cielos y mares, todavía estamos lejos de lograr todo el potencial de un sistema de transporte verdaderamente eficiente.
Mejorar la eficiencia en el transporte no sólo se trata de innovaciones tecnológicas, sino también de cambio en el comportamiento y políticas inteligentes: el fomento del transporte público, la inversión en seguridad e infraestructuras para bicicletas y peatones, así como las normativas que prioricen este ítem, pueden acelerar la transición hacia sistemas más limpios.
La pandemia global nos hizo reconsiderar muchos aspectos de nuestras vidas, entre ellos cómo y por qué nos desplazamos. El teletrabajo, las reuniones virtuales y el comercio electrónico tuvieron un crecimiento sin precedentes, lo que demostró que muchas de nuestras actividades tal vez no eran necesarias.
Quizás la verdadera transformación radica en repensar nuestra relación con el transporte: ¿Es obligatorio el viaje? ¿Podemos compartir el trayecto? ¿Es lógico que vayamos al trabajo en nuestro propio vehículo? ¿Se encuentran opciones más eficientes y limpias en nuestra rutina diaria? ¿Es necesario que renuncie a parte de mi comodidad en pro de un futuro mejor para todos?
El reto es enorme y necesita la colaboración y el pensamiento a mediano y largo plazo de los gobiernos, las industrias y los ciudadanos. Aumentar significativamente la eficiencia energética en el transporte es una meta que se puede alcanzar y una necesidad apremiante, no solo para cumplir con las regulaciones, ni únicamente por una supuesta Responsabilidad Social Empresarial, tampoco solamente para generar ahorros, sino para garantizar que vale la pena embarcarse en el viaje hacia él.
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