El calentamiento global: creer o no creer

Zenón “Cheno” Jorquera

por Zenón “Cheno” Jorquera 22 Enero 2024

Me llega un documento con el mensaje: "por si gusta ampliar su mente", (ergo, "usted es un estrecho de mente"). Más que una cordial invitación, lo considero una ofensa, pero allá la persona que lo envió. El motivo: el cambio climático. Lo leo con interés, porque hay muchos que piensan que esto es un invento. Igualmente los hay -aún- quienes afirman que la pandemia fue otro invento. Y que usar mascarilla era una torpeza, o no servía de nada. ¿Los millones de personas muertas por el virus, habrán perecido por otros motivos (todavía desconocidos para los científicos del mundo y para nosotros)? ¿Otra teoría conspirativa?

Ivar Giaever es un físico estadounidense, de origen noruego, galardonado en 1973 con el Premio Nobel de Física, quien ha descrito el calentamiento global antropogénico (que las acciones humanas influyen en el medio ambiente, es decir, el cambio se debe a la intervención humana, y no a las alteraciones provocadas por la propia naturaleza) como una "nueva religión". A mayor abundamiento -como diría un jurista- el término antropogénico es usado generalmente para referirse a la contaminación ambiental provocada por contaminantes producidos por las actividades humanas: el humo que expelen los vehículos de transporte, la deforestación, el tratamiento incorrecto de la basura, la quema de árboles, entre otras.

Giaever junto a John F. Clauser (Premio Nobel de Física 2010) y otras 1607 personalidades (como sinónimo de personas destacadas) firmaron una declaración donde afirman que "No hay emergencia climática", asegurando que el debate público en torno al cambio climático se basa en ideas erróneas. Entre los firmantes figuran cuatro chilenos: Douglas Pollock, ingeniero civil industrial de la Universidad de Chile; Rafael Muñoz Canessa, académico de la Universidad de Talca; Juan Luis Edwards Velasco, ingeniero civil e hidráulico de la Universidad Católica de Chile y el ingeniero en energía Carlos Varea.

A algunos les cuesta más creer que a otros. Y no todos creemos lo mismo.

Cuando al apóstol Tomás le dijeron que Jesús volvió de entre los muertos, no lo creyó. Según el evangelio de Juan (20:24-29), Tomás llegó a decir: "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré". De allí que se le atribuye la frase "ver para creer". Según la Biblia, cuando a los ocho días, nuevamente Jesús se reunió con sus discípulos, recriminó a su incrédulo seguidor, diciéndole: "Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron".

Para los firmantes del documento, la aseveración de cambio climático o emergencia climática no es algo muy científico, es ecoalarmismo -dicen- y piden "políticas más centradas en la ciencia y la realidad, que en el engaño y las falsas creencias". Uno de sus fundamentos es "La ciencia del clima debería ser menos política, mientras que las políticas climáticas deberían ser más científicas".

El miércoles reciente, en El Mercurio, el académico de la Universidad de Nueva York, Dale Jamieson, filósofo experto en Ética del cambio climático, señala: "Tenemos que aceptar el hecho de que el cambio climático es un problema increíblemente difícil". Ya que los gases de efecto invernadero son "invisibles, insípidos e inodoros", el ser humano es "completamente inconsciente" de su existencia, aseguró en el Congreso Futuro.

¿Qué hay detrás de todas estas afirmaciones? Nos llevan a leer más al respecto, analizar y reflexionar bastante para formarnos una opinión con argumentos sólidos. Eso intento hacer. Mientras, no asevero nada para no caer en el error de hablar (escribir) por moda, ni confundir política con ciencia. Cada cual puede creer lo que sea y nadie puede obligar a otro a creer "su" verdad.

Tal vez coincidamos, de acuerdo a lo anterior, que estamos ante dos problemáticas: el cambio climático y creer o no creer que existe.

Zenón "Cheno" Jorquera