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Columnista

Bukele. Ejemplo mundial

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

Los dos terremotos seguidos de El Salvador ocurridos en el año 2001,  primero, 13 de enero (7,6°) y el segundo, 13 de febrero (6,6°), fueron devastadores.  Aunque la magnitud, para nosotros los chilenos, no es extremadamente alta, para El Salvador y en general, comunidades ubicadas en zonas tropicales, lo son. La cultura sísmica no está desarrollada, e imagino que los materiales de construcción, no tienen las fortalezas de los nuestros. Algo ocurre porque en aquella ocasión, tras los dos terremotos señalados, se manifestó el daño en 280 000 construcciones. Un país, con algo más de 5 millones de habitantes, sin duda que tal cifra es impresionante.

La ONU se preocupa de los asentamientos humanos, a través de, "Hábitat". Lo compone un Consejo, que analiza políticas habitacionales y que puedan ser útil su implementación en diversos países. Chile, era y supongo sigue siendo, un referente mundial por su política e implementación habitacional, lejos la más exitosa de Latinoamérica y de máximo interés planetario. Formé parte de tal instancia durante 14 años. 

En aquel año de 2001, la ONU, un par de semanas después de los terremotos, nos citó a seis miembros del consejo "Hábitat" para que, "in situ", evaluáramos los daños y se propusieran soluciones. El Salvador, devastado, nos recibió, organizando a bordo de una van, la visita a las zonas de mayor desolación. Fue impresionante. Viajábamos muy protegidos. Un vehículo militar, nos custodiaba en aquellos caminos trazados en alturas, rodeados de cafetales y casas destruidas en pequeños sectores urbanos. De pronto, en una curva de fuerte pendiente, surge un camión que se detiene abruptamente. Nuestro chofer eleva la voz y nos ordena "tirarnos al suelo".  La verdad es que nos aterramos. Minutos después, todo se aclara y continúa el viaje. Observo que para los salvadoreños, tal incidente no era preocupante lo que me dejó más nervioso.

¿Qué ocurría?  El Salvador vivía una guerra social, delictual, dominada por los Maras, mafias numerosas, (se estiman hoy sobre 100 000 componentes), que hacen del crimen, su forma de vida.  Asesinatos, extorsiones, robos, secuestros, fueron sus afanes diarios. Me impresionaba ver pequeños locales comerciales con guardias y ametralladoras colgando de sus brazos. Lo mismo en hoteles, esquinas concurridas, plazas.  ¿Será la imagen de un país en guerra?  Un fin de semanas, asesinaron, las Maras, a 62 personas. Nayib Bukele, un iberopalestino, de 40 años, había asumido la presidencia. Resuelve enfrentar a estos asesinos, pensando que lo haría contra unos 20 000 criminales, que ya era mucho, sin embargo, no se amilanó y comenzó a actuar. Bastó una semana de operaciones para concluir que los mafiosos superaban los 50 000 asesinos. La batalla se multiplicó. Llevan 70 000 detenidos. El apoyo ciudadano crece y anuncia que irá a la presidencia. Sus adversarios lo atacan, pero el pueblo lo respalda.

Se escribe hoy en El Salvador, un capítulo de la historia americana, cuya dimensión aun no alcanzamos a definir. Ya no es tan solo una guerra personal, de Bukele. Se reestablece la fuerza como elemento policial permanente y más que eso, su aliado es el pueblo. Nace un líder que sobrepasa los límites de su patria. ¿Habrá que imitarlo?  Aquí son los narcos que matan nuestra juventud. Sí, hay que imitarlo. 

Mario Ríos Santander   

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