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Columnista

Las malas juntas

Leslia Jorquera

Juan Secano

Gaucho de la Patagonia radicado en Rere

por Leslia Jorquera

 ¿Tiene perfectamente identificado a esos amigos de sus niños que no le gusta que vayan a su casa? Pues bien, el camino es justamente invitarlos más seguido. 

En una oportunidad, estando de invitado en la casa de un amigo, pasé a escuchar sin querer a su mamá decirle “te he dicho que no me gusta que invites a Juan a la casa”. No era la primera vez que me sentí “mala junta” sino que en casa de otro amigo, su mamá una vez me pegó una cachetada que hasta hoy me duele cuando le tiré un palitroque Otto Krauss a su nana “Rosa” por la cabeza. Es verdad que era malo cuando chico, pero constatar, a temprana edad, que no era bien recibido por las mamás de mis amigos me hizo cambiar de comportamiento. Hoy, lo más probable es que ese “darme cuenta” no hubiese sido tal, ya que los espacios comunes son más comunes que antes (redes sociales, más talleres en el colegio, más tiempo en el colegio, padres más ausentes en la casa, horarios más tarde de panoramas, etcétera). La salida más fácil cuando uno identifica a un amigo o grupos de amigos “mala junta” es no invitarlos o evitar su contacto, pero para los tiempos de hoy es como estar tapando permanentemente el sol con un dedo. Aislarlos de un entorno y hacerles panoramas a la carta definitivamente no es la solución.

¿Tiene perfectamente identificado a esos amigos de sus niños que no le gusta que vayan a su casa? Pues bien, el camino es justamente invitarlos más seguido. Es posible que esas amistades, del colegio o del barrio, sean potenciales amigos para toda la vida y además son un gancho para hacerse amigo de sus papás. Debemos tener muchos amigos porque la amistad es buena en sí misma y ese separatismo voluntario basado por lo general en prejuicios, lo único que hace es que todos andemos asustados por la vida. Hágame caso, elija al amigo que menos le gusta por diversas razones: por feo, por maleducado, por irresponsable o porque simplemente tiene otras costumbres. Invítelo a la casa hoy mismo y salgan los 3 a hacer algo. Destine tiempo en conocerlo a él y a sus papás, métase con ellos y lo podrá transformar en buena junta. Es muy fácil decir “es que no me gusta”. Si a su hijo le gusta estar y jugar con él es razón suficiente para abrirle las puertas. Si no le gusta por tal o cual defecto con mayor razón debe transformarse en un estímulo para cambiarlo de forma urgente. De lo contrario, más temprano que tarde su propio hijo será una “mala junta”. No se trata de andar de sapo o de niñeros permanentes sino de constatar, en una primera instancia que hay problemas en ciertos amigos. Luego, se trata de abordarlos aunque parezca que no es problema nuestro. Sí lo es, aunque sean de otras familias. El entorno es muy importante y la autoselección no correspondida por los papás puede ser dañina. Hace más de 40 años el profesor de Standford, Phillip Zambardo hizo un experimento llamado la “cárcel de Standford” que no terminó bien al intentar meter gente buena disfrazada en un entorno de presos por varios días, constatando que los delincuentes terminaron por convertir a los buenos.

Es mucho más fácil de lo que parece. Se trata de, por una parte querer mucho a nuestros hijos para que no sean emocionalmente vulnerables o influenciables fácilmente y por otra de hacerse amigo de los amigos de ellos y de sus papás. Invítelo a la casa bien seguido y aproveche cuando lo vaya a buscar su papá para invitarlo a pasar cinco minutos a tomarse una cerveza o un café. Tenga cuidado eso sí con que le roben el auto cuando lo deje estacionado afuera.

Juan Secano

Gaucho de la Patagonia radicado en Rere

 

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