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La Tribuna

Los vínculos del crimen de Peter Wilckens con la matanza de Laja

por Juan Villalobos

El 26 de febrero de 1986, al Juzgado del Crimen de Laja llegó el informe psiquiátrico de José Arturo Arriagada Valdebenito, sindicado como el autor de los disparos que le quitaron la vida a Peter Wilckens Wyniken y Héctor Rubén Arévalo Riffo, hecho ocurrido el 13 de agosto de 1985 en el fundo La Palma, entre Laja y Los Ángeles.

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El 26 de febrero de 1986,

al Juzgado del Crimen de Laja llegó el informe psiquiátrico de José Arturo

Arriagada Valdebenito, sindicado como el autor de los disparos que le quitaron

la vida a Peter Wilckens Wyniken y Héctor Rubén Arévalo Riffo, hecho ocurrido

el 13 de agosto de 1985 en el fundo La Palma, entre Laja y Los Ángeles.

El informe pericial fue

elaborado por los médicos psiquiatras Raúl Miserda y Slavko Benusic, que

cumplían funciones en el Servicio Médico Legal en Santiago. Aunque fue una de

las primeras diligencias ordenadas por el tribunal, la endémica falta de ese

tipo de especialistas dilató la realización del examen.

Ahí surge un dato

sorprendente. Aunque el joven mantiene su versión de no saber qué lo llevó a

cometer el doble crimen, también planteaba que odiaba a Wilckens porque este

le habría confesado que habría participado en ciertos crímenes políticos, en

los que murió el padre de un amigo, a quien veía triste y lloroso con cierta

frecuencia.

Es que, aunque el juez a

cargo de la investigación indagó un posible móvil político en el homicidio del

fundo La Palma, recabó escasa información al respecto. La mayoría de los

interrogados aseguraba que Wilckens era un tipo introvertido, pero buen

empleador.

EL PATRÓN

Sin embargo, este

agricultor tenía un oscuro secreto que recién se hizo público el año 2011.

Gracias a las declaraciones de un carabinero en retiro, Samuel Vidal Riquelme,

se estableció que Peter Wilckens estuvo directamente implicado en el crimen de

19 operarios de Laja y San Rosendo, que eran funcionarios de la planta Laja de

la CMPC y de la Empresa de Ferrocarriles del Estado.

A Wilckens, a quien

habitualmente los carabineros solicitaban ayuda para resolver distintos

problemas logísticos, acudieron los mandos de la institución de Laja para

encontrar un lugar donde matar y enterrar a este grupo de detenidos. Wilckens

fue el único civil que acompañó a la patrulla de Carabineros hasta el fundo San

José, presenció la ejecución por la espalda de los 19 trabajadores y ayudó a sepultarlos.

Es que el agricultor, de

acuerdo a lo declarado por su hijo mayor, era un declarado anticomunista, al

punto de indicarle en alguna ocasión que las víctimas de la matanza sólo

habían recibido su merecido.

Quizás por su

participación en los crímenes, vivían con el temor permanente de que algo le

sucediera. Según el relato en tribunales de sus empleados, solía usar una

especie de subametralladora cuando salía a recorrer el campo. De hecho, en su

casa se encontraron seis armas de fuego.

También era parte del

denominado Regimiento Simbólico Santiago Bueras, creado hacia 1978 entre

agricultores y ex militares de la zona. Wilckens llegó a tener el grado de

mayor, razón por la cual iba los fines de semana al regimiento de Los Angeles a

prácticas de combate.

Otro dato. Los periodistas

que estuvieron durante la reconstitución de escena del doble homicidio, en el

fundo La Palma, hecho ocurrido en los primeros días de septiembre de 1985,

contaron que la casa del agricultor parecía un altar nazi debido la presencia

de objetos y elementos propios de la ideología de Hitler.

EL TÍO MUERTO

Aunque lo negó en sus declaraciones

a la justicia, hay otro dato muy revelador. Una de las 19 víctimas de la

matanza ocurrida una semana después del golpe de Estado fue el ex regidor del

Partido Comunista, Alfonso Macaya Barrales. Al igual que los restantes 18

detenidos, fue detenido por carabineros, encarcelado, asesinado a tiros por la

espalda, sepultado en una fosa clandestina y desenterrado años después para ser

llevado a una fosa común en el cementerio de Yumbel.

Macaya Barrales era tío de

José Arturo Arriagada Valdebenito. Sin embargo, cuando el magistrado le preguntó

al joven por ese vínculo familiar, dijo que era muy lejano y que poco y nada

sabía de este pariente que se relacionaba con él por parte de su madre, Flor

María Valdebenito Barrales.

Pese a lo anterior, lo

señalado en el informe psiquiátrico revela que sí estaba al tanto y que tenía

un gran enojo contra Wilckens porque este le habría confesado que habría

participado en ciertos crímenes políticos en los que murió el padre de un

amigo, a quien veía triste y lloroso con cierta frecuencia.

EL CARABINERO AMIGO

Las declaraciones del

funcionario policial Samuel Vidal en el 2011 dejaron al descubierto el

desconocido vínculo de Wilckens con los asesinatos masivos, algo que solo se

conocía a nivel de rumores, pero que no pasó más allá de simples conjeturas.

De paso, los dichos del ex

uniformado rompieron para siempre un pacto de silencio asumido pocos días después

por todos los implicados para ocultar ese infausto suceso. Sus palabras fueron

claves para que ahora se haya encausado a 14 funcionarios de Carabineros y a

tres ex empleados de la CMPC por sus responsabilidades en los crímenes que

investiga el ministro especial para casos de derechos humanos, Carlos Aldana.

Ahí surge el otro nexo

entre ambos delitos. Samuel Vidal fue parte del equipo de uniformados que

participó en las investigaciones por el crimen de Wilckens. Como funcionario

asignado a la Tenencia Centenario, ayudó en las indagaciones para establecer lo

que sucedió ese 13 de agosto de 1985.

Pero no solo eso. Vidal

era muy amigo de la familia de Arriagada Valdebenito. De hecho, solía hacer

negocios con el papá del joven y conocía a Luis Arturo desde que era niño. A

tanto llegaba la relación de amistad, que el funcionario policial le prestó una

gruesa suma de dinero, pese a ser un joven que aún estudiaba y no tenía

ingresos permanentes.

Cuando se sabía de su

participación en el doble crimen, Arriagada llamó desde Temuco, por teléfono, a

Vidal a la unidad policial. Hablaron largo rato. Después, cuando el autor de

los asesinatos se contactó con la polola, se tuvo la certeza de que el joven se

hallaba en la capital de La Araucanía. Vidal fue uno de los carabineros que

viajó y participó directamente en su detención.

Después, lo siguió viendo

cuando Arriagada estuvo recluido en el Centro de Detención Preventiva de Los Ángeles.

Sin embargo, hubo un momento en que el acusado se sintió hostigado por la

excesiva presencia del funcionario policial en la cárcel. En uno de los tantos

interrogatorios, indicó sentirse agobiado porque el efectivo le preguntaba

siempre acerca de lo que había declarado, a quiénes había mencionado, si había

aportado algún dato diferente.

¿CASUALIDAD?

Luis Arturo Arriagada

Valdebenito era un pésimo cazador. Cada vez que salía con la escopeta a cazar

conejos, llegaba sin ninguna presa. Nunca le acertaba a sus objetivos. Sin

embargo, curiosamente no falló cuando disparó contra Arévalo y Wilckens, pese a

hacerlo a varios metros.

También odiaba la sangre.

Evitaba a toda costa ver cómo manaba cada vez que era sacrificado un cordero

para preparar el tradicional ñache. No obstante, tuvo tiempo para limpiar el

cuarto de Wilckens -cuya sangre quedó esparcida en toda la habitación- hasta

prácticamente no dejar registro alguno.

Además, está el dato de que

Arriagada no fue capaz de levantar y subir al furgón al hombre que hacía las

veces del cuerpo de Arévalo, pese a ser más menudo y delgado (Arévalo pesaba

sobre 90 kilos).

A todo lo anterior se

suman las ocasiones en que cambió su declaración y atribuyó los crímenes a

otras personas, también a que fue hipnotizado o simplemente recurrió al olvido

para desentenderse de su responsabilidad.

Llama la atención que

Arriagada replicara la forma en que cometió el crimen. Fue calcado al caso de

Laja-San Rosendo: sin provocación alguna, mata a sangre fría a sus víctimas y

luego las entierra en un lugar distante para no que no fueran encontradas.

Todos quienes vieron a

Luis Arturo en las semanas siguientes de ocurrido el doble homicidio coinciden

en un detalle: siempre se le vio tranquilo, nunca evidenció nerviosismo o una

preocupación en particular. Su comportamiento fue el mismo de siempre.

Esta serie de antecedentes

abren la legítima duda acerca de este caso que impactó la zona a mediados de la

década de los 80, más aún cuando hay vínculos directos entre ese hecho, y las

muertes y desapariciones de 19 trabajadores de las comunas de Laja y San

Rosendo.

¿Pudo Arriagada haber

actuado por venganza política? ¿Pudo haber tenido ayuda? ¿Pudo haber sido solo

un colaborador y otros haber ultimado a Wilckens y, de paso, al empleado? ¿Se

autoinculpó para que otros libraran sus culpas? Los interrogadores insistieron

mucho en ese punto, dado que desde el primero minuto existió la duda de si

pudieran haber habido más implicados.

La verdad judicial es que

él y solo él fue el autor de los mortales disparos de escopeta que mataron al

patrón y su empleado. Sin embargo, muchos, incluso hasta la fecha, dudan que

haya el doble homicidio haya sido protagonizado por un imberbe estudiante de 19

años que actuó motivado por una razón desconocida.

Arriagada Valdebenito

estuvo recluido en la cárcel de Los Ángeles, luego, en el Centro Penitenciario

de Concepción y también en el Centro de Readaptación y del Trabajo de Vilcún

(región de La Araucanía). Ahora vive en Concepción, donde tiene un taller

mecánico.

Los vínculos del crimen de Peter Wilckens con la matanza de LajaEn el tiempo en que estuvo privado de libertad, su comportamiento fue similar a los tiempos en que era alumno del Liceo Industrial de Los Ángeles: tranquilo, responsable, trabajador, sin que nadie jamás imaginara que pudo haber estado detrás de uno de los crímenes más violentos que se recuerden en la zona en los últimos 50 años.

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