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La directora que transformó la historia de la educación diferencial de Mulchén

por Jeremy Valenzuela Quiroz

Cecilia Ananías Atala comenzó su carrera atendiendo gratuitamente a niños con discapacidades cognitivas, impulsando luego un modelo de inclusión que cambiaría la historia educativa de Mulchén.

Cecilia Ananías / La Tribuna

Por más de dos décadas, Cecilia Ananías, oriunda de Mulchén, ha sido mucho más que la directora del Liceo Técnico Profesional El Crisol de Mulchén y se ha constituido como brújula en su ámbito de desempeño.

Su historia no parte en este colegio, aunque sí con el mismo motor que la ha guiado toda su vida: la convicción de que la educación puede cambiar destinos.

Educadora diferencial con tres menciones otorgadas por la Universidad de Concepción, Cecilia comenzó su carrera docente en Los Ángeles, ya que en su comuna natal no había, entonces, espacio laboral para su especialidad. Por ello, propuso dedicar su vida a llenar esa necesidad.

PIONERA EN EDUCACIÓN DIFERENCIAL

Su vocación no se limitó a las aulas. En 1986, como integrante del Rotary Club, impulsó un proyecto inédito en Mulchén: la creación de una escuela especial, cuando ni el municipio ni las autoridades reconocían esa necesidad.

Asegura que no fue fácil, ya que desde la institución señalaban que no era necesario en la comuna. "Me frustré un poco porque no me entendieron", recuerda.

Pero no se rindió e hizo un catastro completo de la totalidad de las escuelas locales, que demostró que había decenas de niños y niñas con discapacidad intelectual que no estaban recibiendo la atención adecuada.

Así nació la Escuela Especial Solidaridad, la primera en la comuna, construida gracias al esfuerzo de Rotary Club y Cecilia, que lideró el diseño educativo.

Aunque se le ofreció la dirección, eligió otro rumbo. Durante casi una década se dedicó al comercio junto a su familia sin dejar del todo la educación, atendiendo casos particulares de niños y adolescentes. "Nunca me alejé", confiesa.

Y cuando menos lo esperaba, un llamado de la municipalidad la trajo de vuelta a su lugar en el mundo.

Durante tres intensos años coordinó los grupos diferenciales e iniciativas de integración del Departamento de Administración de la Educación Municipal (DAEM).

Su impacto fue tangible: de cuatro grupos diferenciales en la comuna, llegó a crear diez más, incluidos varios en sectores rurales. "Era un trabajo no reconocido, pero lo hacíamos con el corazón", recuerda.

En 2004, tras enterarse de un concurso público, postuló a tres establecimientos —entre ellos, la entonces Escuela El Crisol— y ganó en todos.

Eligió quedarse en el que conocía de cerca, por haber trabajado años antes en su diagnóstico.

"Este colegio atendía al sector más vulnerable de Mulchén, y los cursos completos tenían necesidades educativas especiales", relata. Su llegada en marzo de 2005 marcó el inicio de una nueva etapa.

La escuela tenía entonces desde kínder hasta primero medio y presentaba un cuerpo estudiantil de 560 estudiantes y apenas 18 docentes, de los cuales la mayoría estaba cerca de jubilar.

Con escasos recursos y un equipo que debió construir desde cero, Cecilia comenzó a levantar una comunidad educativa basada en la inclusión real, ya que para ese entonces, la Escuela El Crisol contaba con el estigma de abarcar solo a estudiantes vulnerables y a aquellos que no eran aceptados por la selectividad de los demás liceos de la comuna.

EDUCACIÓN Y DISCAPACIDAD AUDITIVA

Uno de los hitos más significativos de su gestión fue la incorporación de estudiantes sordos.

Sin financiamiento ni formación previa, Ananías y su equipo comenzaron a aprender lengua de señas, buscaron redes con escuelas de Temuco y trajeron a niños y niñas del sector urbano y rural que nunca habían sido escolarizados.

Uno de los grandes logros a raíz de este trabajo fue que una estudiante sorda, completamente integrada al sistema regular, lograra rendir la PSU, un hecho inédito en el país en ese momento.

"Nos convertimos en ejemplo para escuelas de sordos más antiguas, porque aquí nuestros estudiantes estaban insertos en la sociedad desde el aula", dice con orgullo.

SUS PROFESORES

Durante los primeros años en el establecimiento, hubo una resistencia a los cambios por parte de algunos docentes que no aprobaban sus ideas, sin embargo, hubo una gran parte que siguió el camino marcado por la directora.

"Siempre ha tenido una tremenda capacidad para proyectar una visión que muchos no tienen tan presente y que se nota que ha dado frutos con el correr de los años", señala Pedro Rojas Gúzman, docente de Lenguaje del Liceo.

"Desde que llegó Cecilia, la integración de los alumnos con capacidades especiales ha sido un sello distinto, ya que sensibilizó a toda la comunidad educativa. Entregó una respuesta a los estudiantes que lo necesitaban", afirma Ana María Tapía, profesora de Integración.

"Ella pensó en entregarle a los niños algo más que solo un cuarto medio, ya que era a lo máximo que se podía aspirar en ese momento, y les cambió la vida a los chiquillos", agregó por su parte María Paz Burgos, profesora de educación diferencial.

Bajo la dirección de Cecilia Ananías, El Crisol se transformó en un referente de educación inclusiva, en un espacio que abraza a quienes el sistema tradicional suele dejar atrás.

Pasó de tener 18 docentes a más de 60, y de ser una escuela a punto de clausurarse a un liceo técnico profesional consolidado con cuatro profesiones a disposición.

Cecilia no engrandece su figura dentro del establecimiento, sino que sigue considerándose como una más, como parte de "la familia crisolina", como dice.

Su tono es sencillo, cálido y cercano. Pero detrás de esa voz serena hay una convicción potente por la educación, una que ha cambiado la vida de cientos de niños de Mulchén.

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