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La Tribuna

La joven que hizo de la danza urbana un movimiento en Santa Bárbara

por Jeremy Valenzuela Quiroz

Lo que comenzó como un taller gratuito entre amigas hoy es una academia consolidada que forma a decenas de niños y jóvenes. Durante este mes, 16 bailarinas representarán a Chile en el campeonato Sundance Week World en Colombia, tras años de autogestión comunitaria.

La joven que hizo de la danza urbana un movimiento en Santa Bárbara / La Tribuna

Santa Bárbara no es una ciudad donde abunden los espacios para la danza urbana. Pero eso no detuvo a Javiera Benavides Vázquez (28), quien desde niña sintió que la danza era parte de su identidad y hoy lidera una de las academias más activas de la comuna, de forma completamente autogestionada.

Todo comenzó en 2017, casi por accidente. Javiera, entonces una veinteañera con ganas de compartir lo que sabía, organizó clases informales con un pequeño grupo de seis amigas. No cobraba nada. Lo hacía por cariño y porque disfrutaba ver cómo el baile unía, sanaba y fortalecía la confianza. "Era como un hobby", recuerda.

Pero el punto de inflexión llegó luego de una presentación en la Plaza de Armas de la comuna. La energía del público, las preguntas sobre dónde funcionaban las clases y cómo podían inscribirse le hicieron entender que tenía algo entre manos y que su pasión podía tomar forma de proyecto.

Así nació, en abril de 2019, la Academia de Danza Urbana Javiera Benavides. Partió con 30 alumnos —niñas y niños de la zona—, y desde el primer día tuvo un objetivo claro: potenciar el talento local, brindar un espacio seguro y fortalecer la autoestima de quienes se sumaban.

"Quería que se sintieran capaces, que descubrieran que tenían algo valioso dentro", cuenta.

Aunque no tiene un título profesional en danza, ya que es nutricionista de profesión, su compromiso con el aprendizaje ha sido constante: viaja regularmente a otras ciudades para tomar clases, capacitarse, perfeccionar su danza y actualizar su repertorio.

Hoy es la única profesora, directora y coreógrafa de su academia. Según ella, el trabajo es enorme, pero la pasión la empuja a seguir.

Durante sus años de universidad, compatibilizar los estudios con la dirección de la academia no fue fácil. Dormía poco, ensayaba de noche y organizaba presentaciones mientras preparaba pruebas.

"Fue una etapa muy exigente, pero jamás pensé en abandonar. La academia me da sentido, me conecta con lo que soy", dice.

La pandemia fue otro gran desafío. Las clases se trasladaron al formato online y el número de estudiantes bajó, lo que hizo tambalear a la motivación. Pero Javiera y su equipo resistieron. No hubo ningún año sin clases, sin ensayos ni sueños. Cuando las medidas sanitarias lo permitieron, volvieron con mascarillas y más ganas que nunca.

Lo suyo no es solo baile. Es acompañamiento emocional, contención y comunidad.

"Veo cómo mis alumnos florecen y cómo se sanan a través de la danza. Es una terapia. Hemos pasado por momentos difíciles, pero también por logros hermosos. Y eso vale todo", afirma con emoción.

Con el tiempo, la academia ha participado en múltiples competencias nacionales, lo que ha dejado en alto no solo su nombre, sino también el de Santa Bárbara. Pero ahora se enfrentan a su mayor desafío: representar a Chile en el Sundance Week World en Cartagena, Colombia, entre el 9 y el 14 de julio. Son 16 bailarinas que llevan casi dos años preparándose para esta instancia.

El camino no ha sido fácil: el costo de participación en el evento, los pasajes y los gastos asociados significaban una barrera difícil de sortear. Por eso, durante meses, la comunidad entera se movilizó para reunir fondos.

Realizaron bingos, fiestas ochenteras, jornadas de "rockola", trabajaron en festivales y ferias costumbristas, y contaron incluso con el apoyo del supermercado La Posada, que les facilitó el uso de su estacionamiento durante fines de semana y feriados para generar recursos.

Gracias a esas actividades, lograron cubrir los costos exigidos por la organización de la competencia, pero solo para las bailarinas. Los acompañantes —entre ellos Javiera— debieron financiar sus propios pasajes y cuotas, por medio de esfuerzos personales, para no quedar fuera de esta histórica oportunidad.

"Ha sido un proceso agotador, pero muy bonito. Nos hemos conocido más, hemos crecido no solo como bailarinas, sino que como personas. Y sabemos que será una experiencia inolvidable", dice Javiera, quien ve en este viaje no solo una meta cumplida, sino un punto de partida para soñar en grande.

Con su lema por delante, "cuando las cosas se hacen desde el corazón y con humildad, nada puede salir mal", Javiera Benavides ha logrado lo que muchos consideran imposible: levantar una academia independiente, sostenerla en el tiempo y hacerla trascender más allá del arte.

Hoy, su proyecto es también el de decenas de familias que han encontrado en la danza un espacio de contención, crecimiento y esperanza.

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