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La Tribuna
Columnista

Síndrome del Grinch

Luis Rozas Mardones

Psicólogo

por Luis Rozas Mardones

A fines del año 2000, fue estrenada en los cines la película "El Grinch", en donde un ser de color verde odia la Navidad y hace todo lo posible por arruinar la fiesta que vivirán los habitantes de un pequeño pueblo.

Esta impecable representación del actor y comediante estadounidense Jim Carrey deja al descubierto una conducta bastante común en el mundo real, que se conoce como el "síndrome del Grinch", dejando en claro que ello no es un diagnóstico clínico o psiquiátrico formalmente reconocido en manuales que rigen la salud mental, pero que sin embargo muestra un fenómeno complejo de naturaleza psicológica, emocional, social y cultural variable de persona en persona.

Meses o semanas antes de la llegada de la Navidad, algunas personas comienzan a experimentar notorios cambios en su comportamiento habitual, exhibiendo una profunda aversión, estrés, tristeza, irritación o malestar que se va agudizando en la medida que el tiempo avanza y la fiesta navideña se aproxima.

Al igual que el personaje de ficción, podemos reconocer en una o más personas rasgos de personalidad en común, como son el aislamiento social, retraimiento o aplanamiento emocional, amargura, resentimiento, cinismo e incluso algunas acciones de difícil comprensión, mostrándolos apagados y ajenos a toda la alegría típica de esta temporada, ocultando estrés, ansiedad o depresión, cuya raíz puede encontrarse, por ejemplo, en las pérdidas familiares, traumas o conflictos no resueltos, que provocan un dolor invisible, pero fuerte.

De esta forma entonces, podemos entender el "síndrome del Grinch" como una forma de defensa de lo que duele, para no tenerlo presente y hacer creer que es un día más, que nada malo ocurrió y que la vida sigue adelante, es decir, evadirse y buscar un pasar placentero que salve del sufrimiento.

Es precisamente por esa razón que, para muchos, no decorar, no armar el árbol de Navidad, no celebrar o no participar les ayuda a tapar con un dedo el reflejo de un dolor vivo, en donde el estrés que acarrea aparentar alegría, sumado al cansancio de fin de año y la implacable soledad, empuja a quien vive esa condición a realizar maniobras extremas y a veces desesperadas para no sucumbir a los sentimientos más penosos.

Queda claro entonces que quienes padecen este síndrome no la están pasando bien. No es que tengan una "falta de espíritu navideño" y su "actitud tipo grinch" es su manera de protegerse; no los segreguemos, en cambio aprendamos a escucharlos, reconocer y validar sus emociones (sin juzgar) y tratarlos con mucho respeto, apoyándolos con sinceridad. La escucha activa y un abrazo son un buen comienzo.

Finalmente, recuerda que una sonrisa no siempre demuestra felicidad y, tal como se explicó, no celebrar Navidad puede en verdad ser un escudo para esconder eso que duele en el alma. Acoger y ayudar es el camino, ya que el verdadero regalo no está bajo el pino navideño, sino en el corazón de cada persona. Nunca olvides que la carga pesada es liviana cuando se lleva de a dos... piénsalo. ¡Que pases una muy feliz Navidad y que tengas un maravilloso día!

Luis Rozas Mardones

Psicólogo

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