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La Tribuna

Considerado el padre del fotoperiodismo: Se cumplen 117 años del natalicio de Henri Cartier-Bresson

por Sofía Meier Améstica

Nacido en 1908, el fotógrafo francés pasó a la historia como uno de los mejores desarrolladores del rubro fotoperiodístico del siglo XX.

Henri Cartier-Bresson / National Geographic

Este 22 de agosto, se cumplen 117 años desde el nacimiento de Henri Cartier-Bresson. Quien en primera instancia tuvo la intención de dedicarse a la pintura y tras un traumático episodio en el ejército, tomó la decisión de integrarse al mundo del fotoperiodismo. 

Apodado el "ojo del siglo", Cartier-Bresson nace en París en una acomodada familia de clase media-alta. Su interés por el arte surgió a temprana edad, apoyado por su tío Louis, quien fallecería años después en la Primera Guerra Mundial. 

Terminó su educación básica al igual que los niños de la época, pero decide seguir la carrera artística a modo de especialización. Esto, bajo la tutela de diferentes mentores, entre ellos, grandes pintores como André Lothe, quien generó en Cartier-Bresson un gusto por el arte contemporáneo. 

CRECIENDO EN LA BELLA ÉPOCA

Para los años 20, el mundo cultural de Paris se encontraba en pleno auge del Surrealismo y es en esta instancia donde Henri Cartier-Bresson tuvo la oportunidad de conocer a destacados artistas de diversas disciplinas y países. 

Si bien aplicó esta técnica en varios de sus trabajos, no se encontraba totalmente satisfecho con los resultados, destruyendo la mayoría de ellos. Sin embargo, este evento sería crucial para el desarrollo de su futura carrera fotográfica: captar la esencia de un momento que inmortalizaba. 

SU PRIMERA CÁMARA Y EL EVENTO QUE CAMBIARÍA SU VIDA PARA SIEMPRE

La primera cámara que llegó a las manos del joven Henri Cartier-Bresson hizo su aparición en 1929, regalada por el escritor (y reconocido poeta) Harry Crosby. Quien sería el mismo que lo liberaría de un injusto arresto durante la realización de su servicio militar: fue detenido por cazar sin licencia. 

Crosby, convenció al comandante para que dejara a Henri bajo su custodia, pues ambos compartían interés en la fotografía. Las lecciones que, supuestamente, el poeta norteamericano entregaría, no duraron mucho, puesto que en diciembre del mismo año, tomó la decisión de acabar con su propia vida. 

¿Y CÓMO LLEGA A SER FOTORREPORTERO?

Dos años después de este traumático suceso, Cartier-Bresson inicia un viaje con dirección a Costa de Marfil, donde los hechos remontan el inicio formal de su carrera como fotoperiodista. Durante su ruta, pasa meses en África sobreviviendo como cazador, actividad que lo volvió sigiloso y prácticamente imperceptible. 

Entabló contactos con otros fotógrafos como Martin Munkácsi, quien lo ayudó a descubrir un importante aspecto de su trabajo: lograr capturar la eternidad en un instante. Esto lo llevó a tomar una decisión crucial para su vida: dejar la pintura en favor de la película. 

Dedicó más de 40 años de su vida a la fotografía, usaba cámaras pequeñas para camuflarse y pintaba de negro las partes brillantes de su equipo para pasar desapercibido. Capturó momentos cruciales para la historia del mundo, como la coronación de Jorge VI de Inglaterra. 

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, fue reclutado en el cuerpo de fotografía y película, donde se encargaba de trabajos de documentación y propaganda. 

Durante la Batalla de Francia, fue apresado por los alemanes y pasó casi tres años en un campo de prisioneros, donde lograr escapar tras unirse a la Resistencia. Este hecho logró posponer su labor fotográfica cambiándola por el cine, realizando un importante reportaje sobre sus vivencias en Alemania llamado "El retorno". 

SU REGRESO A LA PINTURA

A pesar de su éxito como fotoreportero, después de años de trabajo, Cartier-Bresson se concentró cada vez más en imágenes tipo "retrato". Abandona Magnum, agencia fotográfica que fundó junto a otros integrantes de su rubro, para centrarse en los libros de fotografías. 

Hacia 1970, se retira progresivamente de la fotografía, declarando que, "ya había expresado todo lo que podía a través de ese medio". Retoma su antigua pasión por la pintura y el dibujo, empezando en su vejez una segunda carrera, esta vez, de la mano de los pinceles. 

En agosto de 2004, a los casi 96 años, falleció en Francia; conservando para siempre su icónico apodo: "el ojo del siglo", por su capacidad innata de inmortalizar la historia con su objetivo. 

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