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La Tribuna

Suket Dhir, diseñador de ropa para hombre, de Delhi al mundo

por Gabriel Hernandez Velozo

Guy Trebay / © 2016 New York Times News Service

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NUEVA DELHI _ En una oficina sofocante en el segundo piso de un edificio anónimo sobre una calle polvorienta en Lado Sarai _ el nuevo centro para jóvenes artistas en un rincón de la parte sudoccidental de esta ciudad capital _, se encontraba sentado en la semioscuridad un diseñador de ropa para hombre de 38 años de edad al que Vogue.com ha llamado una “superestrella de la moda mundial en proceso”.

La electricidad se había ido. De alguna manera, la electricidad siempre se va en la India del siglo XXI, una nación con 1,250 millones de habitantes, miles de años de historia registrada y la capacidad para desplegar armamento nuclear.

India es un país paradójico. Y Suket Dhir es un tipo paradójico. Nacido en Banga, India, es un hindú punyabí de cabello y barba sin cortar que se arregla como “aspirante a sij”; un ex “vago”, como se describe, ahora felizmente casado con una mujer ruso-india, Svetlana Dhir, quien administra el negocio; un talento creativo ansioso de competir en el escenario mundial, y quien aún comparte su pequeña oficina estudio con su anciano padre.

También es un artesano experto cuya sutil habilidad como sastre fue reconocida en enero pasado con uno de los honores más prestigiosos en la moda, el Premio Woolmark Internacional, un galardón que antes fue entregado a Karl Lagerfeld e Yves Saint Laurent.

Los jueces que seleccionaron a Dhir como el más reciente galardonado enfocaron sus elogios en la visión romántica e internacionalizada del diseñador, cuya más reciente incursión fuera de India (antes de viajar a Florencia, Italia, para recoger los 75,000 dólares del premio) fue un breve viaje a Dubái dos décadas antes.

Quizá la más interesante de las contradicciones de Dhir es cómo su restringida labor de sastre honra y hábilmente hace uso de una variedad de las diversas tradiciones artesanales que persisten entre las maravillas de India mientras simultáneamente explota un vocabulario del diseño formado en parte por su hábito de ver sin pausa “Seinfeld”.

Casi un año después de ganar el premio Woolmark, estaba pasando apuros para completar y entregar una colección, la primera que se vende fuera de India, a tiendas departamentales en Tokio; Sídney, Australia; Seúl, Corea del Sur; y Nueva York. (Saks Fifth Avenue incluirá elementos de la marca de Dhir, llamada Sukhetdhir, a partir de diciembre.)

En el momento de mi visita, la fecha límite para los primeros embarques estaba a solo una semana de distancia. Los sastres en una habitación posterior estaban pacientemente sentados ante sus máquinas silenciosas. Un cortador laboraba metódicamente a través de capas de mezclilla en la habitación escasamente iluminada. Un apagón que coincidiera con un momento decisivo produciría cuando menos un berrinche en algunos diseñadores. Sin embargo, con la indiferencia de un sannyasi o un fumador de mariguana, Dhir sugirió salir a tomar un café.

El lugar que eligió fue Blue Tokai, un local hipster que es en parte cafetería y en parte molino industrial. Ahí, en medio del traqueteo de charolas y un barullo de conversaciones generales, el parlanchín de voz suave bosquejó el improbable camino que había tomado de ser un estudiante sin propósito e indiferente, a ser “esa voz antipática” que los consumidores en todo el mundo escuchan cuando los operadores de centros de atención al cliente se las ingenian para atraparlos (“Yo vendía teléfonos móviles para AT&T”), y finalmente convertirse en la gran esperanza para el diseño indio.

Fue en el centro de atención telefónica, dijo Dhir, donde pulió los detalles ásperos de su inglés con acento punyabí (un periodo en un internado elegante quizá también ayudó). Y fue ahí que transformó sus modales al hablar para volverse una cruza entre un inglés indio de clase alta y un estadounidense genérico.

“En realidad, lo grandioso sobre el centro de atención a clientes fue que trabajaba toda la noche y dormía todo el día, así que nunca tenía oportunidad de gastar el dinero”, dijo Dhir mientras tomaba un latte helado. “Ahorré mucho y empecé a usar el dinero en viajar por toda India: a Goa, a las montañas, Pondicherry y Dharamsala”.

Cuando tenía veintitantos años, Dhir se dio cuenta de que no tenía un plan a cinco años, o siquiera para los siguientes cinco minutos. “Un amigo dijo: ‘¿Sabes qué quieres hacer con tu vida?’”, comentó. “Y yo no sabía. Y realmente se me llenaron los ojos de lágrimas”.

Ese mismo amigo luego hizo una observación inteligente: quizá un indicio de carrera estaba oculto ahí a plena vista. Señaló a los garabatos habituales de Dhir, su tendencia a vestir diferente a sus amigos (en trajes deportivos de LA Gear y zapatillas deportivas Fila) y su casi obsesión con FTV, un canal de video satelital enfocado en la moda.

“Dijo: ‘¿Alguna vez has pensado en la moda?’”, recordó Dhir. “Para ser honesto, nunca lo había hecho”.

Dhir solicitó su ingreso en el elitista Instituto Nacional de Tecnología de la Moda en Nueva Delhi, fue aceptado y rápidamente gravitó hacia las prendas para hombre.

“La moda en este momento gira en torno a los sueños”, dijo Haider Ackerman, el diseñador de Berluti que fue uno de los jueces del premio Woolmark, en la ceremonia en que se concedió el galardón. “Suket es una persona con un sueño que contar”.

Mientras estaba en la escuela de diseño, Dhir desarrolló elementos de su visión: siluetas cultivadas por su padre y su abuelo _ chaquetas estilo Nehru con bolsillos, sacos deportivos elegantes usados sobre pantalones sueltos _ y una variedad ecléctica de detalles nostálgicos tomados de repeticiones de películas y programas televisivos occidentales que aparecieron primero regularmente en India con la llegada de la televisión satelital.

No todos los diseñadores citan, con la naturalidad con que lo hace Dhir, a inspiraciones tan dispares como los abrigos de cola dividida de Clark Gable en “Gone With the Wind” (Lo que el viento se llevó) y el estilo de bucanero elegante de Paul Hogan en “Crocodile Dundee”.

Para el panel que concedió el premio Woolmark _ incluyó a la crítica de moda Suzy Menkes; Nick Sullivan, el director de ropa para hombre en Esquire; Masafumi Suzuki, editor de GQ Japón; y Raffaello Napoleone, director de la feria de ropa para hombre Pitti Uomo en Florencia _, el factor decisivo fue la forma en que los diseños de Dhir actualizan las prendas indias tradicionales mientras se basan en las técnicas antiguas.

“Apreciamos la fuerte creatividad pero también el trabajo en las telas y los materiales, de manera que la selección de Suket fue muy natural”, escribió Napoleone en un correo electrónico, refiriéndose a las telas ikat atadas y teñidas, los estampados hechos a mano con bloques, los arduos métodos de hilar y tejer que dan una textura como de seda a la lana fibrosa.

“Había dos campos”, dijo Eric Jennings, vicepresidente y director de moda para hombres de Saks Fifth Avenue. “Uno buscaba algo más relevante para las tendencias, y el otro estaba más interesado en el lado emocional de la historia”.

Si la emoción ganara hoy, la relevancia de la tendencia no terminaría tan mal parada, ya que una de las primeras cosas que Saks ordenó de la nueva colección de Dhir fue una chaqueta de piloto color índigo cubierta con pliegues marcados con alfileres tan cuidadosamente cosidos a mano que parecen un trampantojo.

Dhir atribuye sus primeros años accidentados en la industria a su empeño en mantenerse al margen de las dificultades de exportar desde India e, igualmente, de un mercado de bodas nacional que guía al balance general de la mayoría de sus compatriotas en el diseño. Incluso ahora, sus ventas anuales de aproximadamente 100,000 dólares (mayormente en tiendas en India como la elegante cadena Good Earth) representan poco más de lo que un diseñador estadounidense como Todd Snyder gasta en un solo desfile de pasarela.

“Yo no hago trajes para boda, que es donde está el dinero”, dijo Dhir.

“Cuando estoy diseñando, estoy pensando en la apariencia final del producto, por supuesto, pero también en la ejecución práctica”, dijo Dhir. “¿Cómo haré teñir eso? ¿Cómo llegaré a la aldea del tejedor? ¿Dónde me hospedaré? ¿Habrá sanitario ahí? Como diseñador, estas cosas se vuelven parte de toda tu vida cotidiana”.

Tirando de su largo cabello hacia atrás en una cola de caballo, Dhir dijo riendo que, aunque siempre sentía “la necesidad de ser una personal mundial”, nunca ha tenido duda sobre abandonar sus raíces. “Ya no hay elefantes y camellos”, dijo. “Pero sigue siendo India”.

Fotografía Dhir, uno de los que se autodenominaba "slacker", quien una vez vendió teléfonos móviles para AT & T, se ha convertido en la estrella de la moda de la India en ascenso. (Jake Michaels / El New York Times)

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