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La Tribuna

Guiando a los refugiados en Europa en un camino accidentado hacia la integración

por Gabriel Hernandez Velozo

Liz Alderman / © 2016 New York Times News Service

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ÁMSTERDAM _ Mahmoud al-Omar se inclinó sobre una máquina de coser en el sótano de una ex prisión que está siendo usada para albergar a refugiados y empezó a coser jeans para una línea de ropa popular. Con más de 15 años de experiencia como sastre en Siria, elaboró rápidamente un par y pasó al siguiente, completando metódicamente un pedido pequeño.

El empleo, establecido por una organización holandesa que enlaza a los refugiados con oportunidades de trabajo, es solo temporal. Sin embargo, después de que Omar huyó de su ciudad desgarrada por la guerra, Alepo, hace dos años, simplemente tener un lugar a donde ir cada día lo sintió como una salvación.

“Trabajar es completamente necesario para acelerar la integración”, dijo Omar, de 28 años de edad, quien sigue pasando apuros para hablar holandés, lo que entorpece sus posibilidades de tener un empleo de tiempo completo. “Quiero volverme independiente lo más pronto posible, para poder empezar a retribuir al país que me recibió”.

Cuando más de un millón de hombres, mujeres y niños se lanzaron a Europa el año pasado en busca de un refugio en su huida del conflicto y la pobreza en Medio Oriente y África, los gobiernos vieron al mercado laboral como el camino más rápido para absorber a los recién llegados. Entre más pronto la gente empezara a trabajar, según el razonamiento, más rápidamente podrían renunciar a la ayuda del gobierno y empezar a contribuir a la economía.

Sin embargo, los empleos permanentes han resultado elusivos. La falta del idioma es una gran barrera, así como un desfasamiento de las habilidades. Algunos refugiados no tienen la experiencia correcta, mientras que otros no pueden lograr que sean reconocidos sus títulos o calificaciones profesionales.

En toda Europa han surgido iniciativas privadas para ayudar. La Refugee Company, el grupo holandés que guió a Omar hacia el trabajo, es una de veintenas que guían a los refugiados hacia redes profesionales y oportunidades de mejorar su empleabilidad.

“Lo mejor es tratar de lograr que las personas se acerquen al trabajo desde el Día Uno, porque hay un largo periodo de espera desde el inicio que es tiempo desperdiciado”, dijo Jihad Asad, un vigoroso emprendedor originario de Siria que es codirector de la Refugee Company.

“Como refugiado, una vez que te das cuenta de que tu talento es útil y necesario, adquieres la sensación de que puedes salir adelante”, añadió Asad, quien recibió asilo en Holanda el verano pasado. “Hay una luz al final del túnel”.

EL AJUSTE HA SIDO MÁS DIFÍCIL DE LO ESPERADO

Holanda, Alemania y otros países enmendaron las leyes para facilitar el acceso al mercado laboral, permitiendo que los recién llegados trabajen casi de inmediato en lugar de esperar meses o, en ocasiones, años. Las empresas europeas empezaron a recibir a decenas de miles de refugiados calificados.

Pero muchos de esos puestos son parte de pasantías o programas vocacionales que no se han convertido en empleos a largo plazo.

En Alemania, la mayoría de los 30,000 refugiados que trabajan están en puestos temporales o empleos no especializados coordinados por el gobierno que pagan un euro (1.10 dólares) por hora. Esos empleos les ayudan a interactuar con la sociedad alemana, pero no son un camino hacia el empleo permanente.

Aunque cientos de compañías alemanas prometieron emplear a refugiados, solo una pequeña fracción lo ha hecho en los últimos dos años, según un sondeo reciente del Centro para Estudios Económicos en Múnich. Hasta la fecha, alrededor de 60 refugiados han encontrado empleos de tiempo completo en las 30 compañías más grandes de Alemania, según demostró un sondeo separado.

Entre ese grupo, 50 fueron a una sola compañía, DeutschePost, la gran empresa de mensajería. Otros 100 refugiados siguen en empleos temporales ahí.

“Muchos de los que llegaron a Europa corrieron riesgos enormes, tienen un espíritu emprendedor y quieren apuntar alto”, dijo Christof Ehrhart, un vocero de DeutschePost que ayuda a supervisar los esfuerzos de la compañía para contratar refugiados.

Pero cuando algunos empezaron sus prácticas en el almacén de paquetes, añadió, no siempre fue adecuado para ellos. “Quizá no les gustó el empleo”, dijo. “U otras circunstancias dificultaron que cumplieran las necesidades del puesto”.

El idioma sigue siendo el mayor problema. Omar tenía larga experiencia trabajando como sastre desde los 13 años. Pero su falta de fluidez al hablar holandés e inglés representó un desafío para los potenciales empleadores.

Las compañías europeas a menudo no reconocen los certificados profesionales o títulos académicos adquiridos en Siria y países con estándares educativos diferentes, lo que sitúa a los candidatos sobre una base desigual ante los competidores. Otros llegaron sin habilidades útiles para trabajar y requirieron capacitación intensiva.

Fleur Bakker, una activista, empezó la Refugee Company con la visión de que las personas se integran más rápidamente si pueden empezar a trabajar de inmediato, en vez de esperar meses para cumplir con el papeleo o hasta que se materialice un empleo real.

En Holanda, que recibió a 47,600 solicitantes de empleo el año pasado, a los recién llegados no se les permite trabajar durante seis meses. Muchos se estaban aislando o incluso estaban adquiriendo tendencias suicidas mientras permanecían ociosos en los refugios, dijo Bakker.

Ella encontró unas 40 empresas holandesas que aceptaron ser mentoras de refugiados y ofrecerles trabajo temporal que, idealmente, condujera a empleos permanentes que aprovecharan su talento. Bakker colaboró con la ciudad de Ámsterdam para hacer posible que los refugiados consiguieran experiencia de trabajo al poco tiempo de llegar.

Para los suficientemente afortunados para encontrar un empleo, la integración puede darse con rapidez. Muaz Swaid, un dentista sirio de 27 años de edad que huyó del conflicto en 2014, encontró trabajo en la primavera a través de la Refugee Company en Rechte Tenden, una clínica de ortodoncia que había tenido problemas para encontrar empleados holandeses calificados. Él languideció en refugios por un año antes de eso, en cierto momento compartiendo espacio con 400 solicitantes de asilo en una gran tienda de campaña.

“En esas condiciones, no se puede pensar en el futuro”, dijo Swaid, un hombre vigoroso. “Es bastante difícil empezar de nuevo, pero en el refugio, uno simplemente espera permanecer vivo”.

Su principal objetivo tras llegar, dijo, era encontrar trabajo y dejar de vivir con los subsidios gubernamentales para los refugiados. “Es importante para hacer mi propia vida”, dijo, sonriendo a los colegas que se movían afanosamente por la clínica blanca y estéril. “Este país me ayudó, así que debo hacer algo; es retribuirles”.

Después de firmar un contrato de trabajo, dejó de recibir un estipendio mensual de 1,033 dólares del gobierno para ayudar a pagar los gastos básicos y rentar un departamento pequeño. Ahora, paga al gobierno alrededor de 760 dólares mensuales en impuestos por el salario que percibe en la clínica y en un segundo empleo en un bar local. Conforme se establezca más, espera que su salario, y sus contribuciones en impuestos, siga aumentando.

Este mes, la Refugee Company abrió una instalación en una prisión fuera de uso que la ciudad había convertido en vivienda para refugiados. Dentro hay una oficina de paredes de cristal y una espaciosa sala de reunión donde los refugiados se juntan regularmente para discutir estrategias de empleo y forjar conexiones de negocios para ayudar a otros con la integración.

Los dueños de restaurantes y hoteles holandeses están trabajando en una cafetería interna y planean convertir algunas de las ex celdas carcelarias en eclécticas habitaciones de hotel de lujo. Los negocios serían operados por refugiados para darles experiencia y empleos y ayudar a los restaurantes y hoteles a identificar el mejor talento para un eventual trabajo en sus compañías.

Cerca de la oficina, se instaló una hilera de máquinas de coser para cumplir los pedidos de cooperativas de ropa holandesas e incluso diseñadores de moda que preparaban colecciones para la Semana de la Moda de París. Cuando la Refugee Company publicó un aviso en busca de sastres capacitados entre los refugiados, Omar fue una de las 20 personas que respondieron al llamado.

“Simplemente al estar en un lugar de trabajo e interactuar con la gente holandesa te hace sentir que eres parte de la sociedad”, dijo Omar, mientras un grupo de otros ciudadanos holandeses recientes se afanaba a su alrededor.

“Uno se empieza a sentir cómodo y a ganar confianza de que eventualmente conseguirá un empleo y será independiente”, añadió.

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