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Columnista

La educación, un desafío pendiente

Alejandro Mege Valdebenito.

por Alejandro Mege Valdebenito.

Hace algunos días volví después de varios años, muchos quizás, a la localidad rural donde iniciara mi vida profesional para cumplir con una promesa que había contraído conmigo mismo: dejar en la Escuela  de Villa Mercedes, comuna de Quilleco, una reproducción gráfica del Libertador Capitán General Bernardo O´Higgins Riquelme por cuanto ese lugar forma parte del territorio  que ocupaba la hacienda  Las Canteras. Villa que, desde el punto de vista  histórico, resulta un lugar que pasa casi inadvertido cuando de recordar públicamente al Padre de la Patria se trata. La celebración anual del 20 de agosto de cada año, fecha del nacimiento del Libertador, se concentra en torno al más que centenario pero no menos imponente y legendario castaño que se resiste a morir y con ello sepultar en la frágil memoria colectiva una etapa importante de la historia patria y porque el Libertador fue uno de los gobernantes chilenos que tuvo especial preocupación por la educación, siendo asiduo visitante de las escuelas a conversar con los estudiantes y que venció no solo a los enemigos de la patria en el campo de batalla, también el estigma social de su irregular nacimiento y que contribuyó, por su experiencia adquirida en Europa, a la organización del naciente parlamento chileno, hecho por lo que muchos historiadores lo consideran el "padre" del parlamento nacional, de ahí que la figura y la obra del Libertador no les podía ser ajena.

Si bien la estructura del edificio escolar  ha crecido, la matrícula ha disminuido ostensiblemente - como fui informado por su amable directora de la escuela- hecho que  ocurre con muchos establecimientos   de los sectores rurales o de poblados alejados de los centros urbanos de mayor tamaño por cuanto los padres preocupados  buscan otros establecimientos educacionales que  den posibilidades de continuidad de estudio a sus hijos. Fue para mí un reencuentro emotivo con el pasado que no olvido y la nostalgia  de los hechos vividos, que no fueron fáciles -en educación, pocas veces lo son- aunque siempre resultan  gratificantes por lo que se pudo y se puede hacer, lo que permitió a muchas niñas y niños salir de un medio limitante de esperanzas y sueños frustrados para proyectarse incluso más lejos de sus personales  expectativas, como lo han logrado muchos de los alumnos que iniciaron sus primeros pasos en esta escuela, establecimiento que inició sus actividades en un viejo caserón de madera facilitado por un vecino, sin energía eléctrica ni agua potable, donde los programas oficiales del Ministerio de Educación, en una escuela multigrado como esa, eran solo una irónica referencia que la carencia casi absoluta de material pedagógico y de apoyo administrativo hacían casi imposible cumplir y donde las teorías educacionales no pasaban de ser en esta situación, solo teorías, las que había que adaptar a una dura y desafiante realidad si se quería obtener resultados en la educación de los alumnos.

Al reunirme con un grupo de alumnos para explicar el motivo que me llevó a visitar la escuela y contarles en grandes rasgos  que con los profesores y los estudiantes de los primeros tiempos, hoy abuelos, padres o parientes de muchos de ellos, se inició la construcción de la plaza, con plantación de árboles y arbustos; la colocación en las calles  modestos letreros con los nombres que los vecinos les habían asignado y salir con los alumnos mayores, pala en mano, a reparar el camino para que circulara la primera y destartalada "micro" que unió Villa Mercedes con Los Ángeles y, aunque en más de una ocasión los padres reclamaron por cuanto mandaban a sus hijos a estudiar y no a trabajar, se logró que también ellos se incorporaran a esas labores. Fue así, como durante 20 años forme parte de la comunidad, como dirigente de la Junta de vecinos, del Club Deportivo, de los  Comités para lograr la electrificación y el agua potable, como también la regularización de los títulos de dominio de las propiedades donde los primeros habitantes habían instalado sus viviendas sin ser sus dueños. Cómo, antes de iniciar la construcción de la escuela que ahora tienen, por tener que desalojar el antiguo local, se tuvo que atender las clases de algunos cursos en el edificio de la iglesia católica y en dos iglesias de religión evangélica y que por el aumento de matrícula con alumnos de lugares alejados se construyó un hogar internado que llegó a cobijar a más de 60 estudiantes, edificio que hoy, sin internos, está dedicado a funciones sociales también importantes.

La experiencia de la realidad que viví como profesor no es nueva ni única, existen  casos donde la visión y la dedicación que tuvo por la educación el padre de la patria se hace tan necesaria hoy como ayer.

Alejandro Mege Valdebenito

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