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La Tribuna
Columnista

La historia de Dios

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

Hay quienes dicen que el vocablo Dios, fue expresado por primera vez por Aristóteles en la ocasión que intentaba unir las diversas armonías que daban existencia a la materialidad de la vida. La existencia  de la tierra y el universo lo llevó a la comprensión humana, proclamando tal expresión, Dios.

Pareciera que no existe una raíz gramatical definitiva en tal expresión. Tampoco hay ánimo de buscarla. Basta su mención y punto. En verdad no es conocida en nuestro lenguaje, otra palabra con tan amplio significado. Ni sospechamos que lo puede haber en el futuro. Más bien, nos repletaremos de expresiones de orden científica. Algunas, ya están en nuestro vocabulario. Sin embargo, la de Dios, sigue trascendiendo sin que se vislumbre sinónimo alguno. Debe ser porque no pertenece a este mundo.

Sin embargo, tiene historia. Y se inicia en el momento mismo que nació la vida. Siendo está, la vida, una tendencia a un fin, no puede existir sin que Dios se encontrare ausente. Lo admirable es la suma de interpretaciones que se han dado de su existencia y las tantas diversas consecuencias que tal hecho ha originado en la historia humana. Es interesante observar que, esa misma historia, en los inicios de la formación social del individuo, nunca tuvo ausencia divina. Nunca hubo una sociedad agnóstica, ni tampoco se conoció de ánimos adversos a la existencia de la espiritualidad. Podrá no haber creído en los dioses adversarios, eso sí, pero nunca fue su afán guerrero su destrucción. No hay mención de esto en el devenir humano.... salvo en los tiempos modernos.

En efecto, la historia de Dios que se prolongó apaciblemente en los siglos, bajo diversas denominaciones, al llegar los tiempos modernos, su primera manifestación será proclamar el fin de los tiempos teocéntricos, dando pie a conflictos al interior de sociedades comunes: igual soberano, misma tierra, común lenguaje. Llega irrumpiendo el fin de una historia con tal brutalidad que, la proclamación de Dios, termina siendo motivo de revoluciones dramáticas, violentas, repletas de odio. El hogar común, pasa a ser el campo de batalla y la razón de tal conflicto, Dios.

Y de paso, según el Dios de los cristianos, se intenta destruir los fundamentos de la naturaleza de las cosas, principio este, inspirador de toda organización social transparente que quiere vivir en  paz. Nos preguntamos, Dios ha vivido por los siglos, nombres distintos, pero Dios. Fue organizador de pueblos diversos, constructor social, institucional, guía y señor de la vida, sin embargo, alguien, al querer destacarlo, habló que él, Dios, era el procurador de principios y valores y en su mérito, había que emprender la organización social pues se sustentaba en esa naturaleza de las cosas. Y la razón, se transformó en odio. Dios, se puso en duda y la historia de la humanidad, no sirvió y su repulsa, fue su afán público. Habían llegado las revoluciones. No se aceptó el valor espiritual de la vida. Nacían las fuerzas políticas dispuestas a eliminar toda mención al valor de las cosas. Y en eso estamos, ¿Cuánto más queda de lucha por la defensa de los principios y valores,  para volverlo a la historia humana?

Mario Ríos Santander

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