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Columnista

Dónde comienza y dónde termina la dignidad del profesor

Prof. Pdgo. Juan Manuel Bustamante Michel Dirigente de la AFDEM Los Ángeles

por Prof. Pdgo. Juan Manuel Bustamante Michel Dirigente de la AFDEM Los Ángeles

Esta es una pregunta que no pocas veces he llegado a plantearme a propósito de haber escuchado o leído que se está trabajando al más alto nivel - y eso es efectivamente así - para la obtención de una digna reparación que beneficie a los profesores que por cuarenta y dos años han sido afectados por la denominada Deuda Histórica, siendo el problema en este caso no saber dónde comienza ni dónde termina la dignidad de un profesor en un contexto como el que dice relación con sus ingresos mensuales. Y así ha sucedido que se han manifestado posturas para todos los gustos; desde las más optimistas y favorables, hasta las más insólitas e inconvenientes al situarse fuera de toda realidad posible: a) que un bono de cinco millones por una sola vez; b) que un bono de dos millones y un aumento de por vida en las pensiones de veinte y hasta cincuenta mil pesos; c) que sólo un aumento de cien mil pesos para las mismas; d) hasta un bono de treinta millones y un aumento de doscientos mil pesos en las jubilaciones (que podría ser la más razonable y atendible, dada la degradación social a que se ha llevado a los educadores); pero sin que por ningún lado se atisbe y conozca oficialmente - de parte de quienes tienen que proponerla - el sentido, monto y componentes de la tal mentada digna reparación; ésta que según los profesores afectos a la Deuda Histórica de una agrupación afín de Santiago habría sido entregada por el Ministerio de Educación a quienes han oficiado de motu proprio en calidad de representantes nuestros ante las autoridades y (al perecer) dejada en reserva por éstos.

Ahora bien, si en términos generales se entiende por dignidad: la cualidad del que se hace valer como persona; y se comporta con responsabilidad, seriedad y respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden; y si por dignidad humana se entiende: un valor inherente al ser humano por el único y simple hecho de serlo y que se infiere y asume como propio; que supone derechos trascendentales como los de igualdad, respeto, justicia, bienestar de vida, entre otros; y principios sustantivos como los de autonomía personal, beneficencia y privacidad, parece de suyo legítimo pensar que el único camino potencial para un trato digno a los profesores afectados por la Deuda Histórica en comento consistiría en la devolución íntegra de lo que indebidamente le fuera arrebatado de sus remuneraciones por el Estado de Chile cuando - luego de la municipalización de la educación pública en 1981 -, decidió la suspensión a perpetuidad, y por intermedio de los alcaldes designados de la época, del pago total de los beneficios económicos que importaba para éstos la aplicación del Decreto 3.551 que concedió un 90% de reajuste a las remuneraciones de todos los funcionarios públicos del país; situación con la cual no sólo se vieron perjudicados sus ingresos mensuales de profesores activos en ese entonces, sino que, por otro lado, sus actuales pensiones (que son de miseria, por cierto), hecho que se vio complejizado todavía más si se tiene en cuenta que las cotizaciones previsionales de que eran objeto por esos años no sobrepasaban el 25 o 30% de sus ingresos base.

Ahora bien, si la dignidad de estos profesores - ni la de ninguna persona - nada tiene que ver con sumas más o sumas menos de dineros, sino que con el respeto, y a carta cabal (entre otros igualmente importantes) a sus derechos laborales y fundamentales, pero sobre todo pensando en aquéllos que esperaron hasta el último día de sus vidas sin que se les hiciera justicia, en los que cantan en las micros para sobrevivir, en los que venden objetos de la más diversa índole en las calles para el pan del día, en los que arriendan forzosamente sus casas para tener un mejor pasar, en los que recolectan frutas y verduras podridas en los basureros de las ferias para asegurar el plato diario, en los que están en situación de calle, en los residentes en asilos de ancianos, en los allegados, en los postrados, en los abandonados, parecería casi inmoral pretender una supuesta digna reparación - que nunca podrá serlo -, porque un hecho de tal naturaleza no podría ser otra cosa que un nuevo y remozado insulto para éstos.

Prof. Pdgo. Juan Manuel Bustamante Michel

Dirigente de la AFDEM Los Ángeles

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