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Columnista

Una vuelta por el anecdotario

Prof. Juan Manuel Bustamante Michel
Presidente de la AFDEM Los Ángeles

por Prof. Juan Manuel Bustamante Michel
Presidente de la AFDEM Los Ángeles

A poco andar del proceso de municipalización de la educación, se determinó por parte de las autoridades locales la creación de un departamento de bienestar para los docentes traspasados con el objeto de brindarles una instancia de apoyo económico en el caso de ser necesario.

Con motivo de lo anterior, se dispuso, por lo tanto, la realización de una asamblea en la Biblioteca Municipal de la ciudad a la que debían asistir el conjunto de los directores de centros de enseñanza del Sistema (todos designados y de exclusiva confianza del acalde de la época, como éste lo era del régimen autoritario del momento) y uno o dos enseñantes, dependiendo del número de educandos y de la dotación docente de los mismos y cuyo fin no era otro que explicar desde tan magna decisión, las poderosas razones - por edificantes y altruistas - que se habían esgrimido en su concepción, diseño, elaboración, instalación, ejecución, retroalimentación y modificación o replanteamiento, en el caso de que resultase necesario. Y así fue que se pensó, determinó, transmitió y cumplió - y con lujo de detalles, conforme lo previsto por los estrategas - en la fecha establecida para tal objetivo.

En el día señalado, la Biblioteca Municipal bullía a más no poder, como pocas veces o nunca lo había vivido; y ello, porque personas iban, personas venían; gentes entraban, gentes salían; encuentros, abrazos y apretones de mano, además de algunos casuales holas (con o sin sentido) entre interactuantes que ni siquiera se conocían; todo ello en concordancia con algunas estudiadas actitudes tendientes a salvar o justificar ese circunstancial y forzado contacto entre unos y otros en un espacio público cargado de simbolismos y dejos de intelectualidad como ése en el que se habían encontrado: la Biblioteca Municipal.

Y en eso estábamos, cuando de pronto aparecieron ellos, los novísimos, los chicago boys de la educación pública local, los altos dignatarios sistémicos, la inalcanzable jefatura, para situarse - como si se tratase de una suerte de derecho natural, propio de los de arriba - en la testera del salón, mientras las otras piezas del entramado social presentes allí, los del medio y los de abajo, se ordenaban simétrica, estética, geométrica y jerárquicamente en los asientos dispuestos al efecto, semejando una suerte de apartheid docente, de modo que los funcionarios presentes no se mezclaran, en el bien entendido de que tales diferencias no eran otra cosa que un recurso necesario para el mantenimiento de la autoridad y el poder, allí donde estos tuvieran que ser ejercidos.

Después de aquello, se sucedieron los saludos, la exposición técnica y la salida de madre - por desdeñosa y autorreferente -, la caída de la autoridad interviniente en el momento, en suma, y por la cual me permití solicitar se me permitiera hacer uso de la palabra para entregar unas referencias en voz alta acerca de quiénes éramos, representábamos y hacíamos los enseñantes en cualquier sociedad del mundo y en y por la nuestra, en respuesta a lo que estimé había sido una grave falta de respeto - y gratuita - a los congregados en la Biblioteca Municipal.

Debo recordarle que se está dirigiendo a pedagogos; esto es, a personas que fueron a la universidad por un grado académico y su habilitación profesional para ejercer como docentes en el sistema escolar y en la academia, y que a mucha honra forman parte hoy de esta profesión sin la cual ninguna otra es posible; la misma que favoreció que Ud. llegase el cargo en el que está. Pero también debo recordarle que los profesores hemos sido jefes de estado, ministros y secretarios ministeriales; senadores y diputados; alcaldes y regidores; subdelegados y jueces de paz; fundadores, académicos y rectores de universidades; escritores, poetas y dramaturgos, además de Premio Nobel en la persona de nuestra colega Gabriela Mistral. Y hasta dónde yo sé, hoy vinimos por algo así como un departamento de bienestar y sólo eso. Y como era obvio que el no nato era incompatible con la vida sistémica, allí mismo, de una vez y contra todo lo visto, dejó de existir para siempre.

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