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Columnista

Una educación aséptica

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por La Tribuna
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Alejandro Mege Valdebenito

El lunes 25 de noviembre, la ministra de Educación Marcela Cubillos, con su habitual estilo más arrogante que conciliador, anunció el envío de un proyecto de ley para castigar aquellos establecimientos educacionales que, según denuncias recibidas, realicen prácticas de adoctrinamiento de política partidista e incurran en abusos que vulneren los derechos de los niños, denunciando casos de algunas escuelas donde los menores cantan y repiten consignas  que se consideran un adoctrinamiento ideológico, hecho que merece ser penalizado, castigando a la escuela y a los responsables que permitan o induzcan a realizar esas manifestaciones, más aún si éstas resultan contrarias al gobierno, por cierto.

Sin duda que hechos como el denunciado requieren ser investigados en el contexto educativo y  social, así como en  la intencionalidad con que se hayan producido más, ofrecer sanciones a través de una ley especial cuando existen disposiciones legales que permiten resguardar acciones que atenten con los derechos humanos, especialmente de niñas y niños, resulta una exageración al generalizar situaciones puntuales  que pueden ser resueltas con investigaciones serias y objetivas y la aplicación de  medidas administrativas y pedagógicas que cada situación aconseje.

La escuela, como bien lo sabemos, es el espacio que congrega a la diversidad social; es la representación en miniatura de la sociedad en que se encuentra inserta y que tiene  como  misión seleccionar y transmitir lo mejor y más sano de esa realidad que es necesario resguardar y potenciar desactivando los aspectos negativos más, para hacerlo no puede desatender ni ocultar a los alumnos, ni aún a los de menor edad, los claroscuros que tiene la sociedad que son evidentes y se viven a diario, los que niñas y niños no sólo los conocen, los experimentan en carne propia, en su familia, en el barrio donde viven, en los ejemplos que escuchan y ven en la calle, en los medios de comunicación, en las redes sociales, incluso en el ejemplo de quienes deberían ser modelos a quienes imitar.

La educación no puede ser indiferente o aséptica frente a la profunda crisis social que se  vive en el país, su rol es adoctrinar para formar  personas conscientes y con capacidad de analizar de manera crítica y objetiva el mundo en que vive y convive. Debe educar  para desenvolverse en  democracia con  autocrítica honesta y propositiva, responsables del propio quehacer para formarse integralmente a sí mismos como  ciudadanos arquitectos de su propio destino haciendo el  aporte que a cada cual le corresponde en la  construcción de  una sociedad mejor y más justa.

Adoctrinar, como se define, es una acción intencionada mediante prácticas educativas con el fin de inculcar determinados valores o formas de pensar y el adoctrinamiento ha sido una práctica común de los grupos sociales dominantes para conseguir los fines que persiguen. Las iglesias adoctrinan ideológicamente a los individuos desde su nacimiento para alcanzar los objetivos que  son  su razón de ser. Un gobierno también adoctrina a través de los programas de estudio cuando éstos contienen orientaciones propias de la doctrina política que sustenta.

La escuela es el lugar donde se debe generar un ambiente purificado, acogedor, respetuoso y  democrático, sin sesgos particulares ni excluyentes de la realidad social y construir una cultura de la verdad, la tolerancia, la fraternidad, la justicia y la paz, en una relación franca y objetiva con la familia que ponga a resguardo a los alumnos de cualquier manipulación que desfigure su misión.

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