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La Tribuna
Columnista

Movilidad y delincuencia

Marisel Venegas

por Marisel Venegas

Que sorprendente es darse cuenta como una buena noticia pueda

generar opiniones tan diferentes y opuestas. Hace una semana se anunció con

bastante ruido y despliegue los posibles trazados que tendrían las nuevas

líneas de metro 7, 8, 9 y 10, junto a algunas extensiones.

Es indudable que, para sectores como Bajos de Mena, La Pintana y

Renca por nombrar algunos, la noticia llena de esperanza, cumple con anhelos y

sueños postergados por décadas. Sus habitantes esperan con ansiedad que estos

proyectos se concreten lo antes posible.

En el oriente de la ciudad, específicamente Vitacura, el

panorama es diametralmente opuesto. Las opiniones apuntan con miedo a que las

futuras estaciones de metro podrían atraer actos delictivos. Muy

lamentablemente, la recién inaugurada línea 3 que termina en el corazón de La

Reina ya tiene una estadística negativa que da cuenta de un aumento

significativo en acciones como los temidos portonazos. Cuesta creer que estén

relacionados, pero de ser así debiera ser una variable inteligente para

incorporar en el diseño de las estaciones.

Movilidad de la delincuencia es un fenómeno vivo que está

ocurriendo, por lo que el foco del problema sin duda es más complejo y tiene múltiples

factores. Vale preguntarse por esos jóvenes protagonistas de hechos violentos

contra la propiedad, si aquello lo hacen como un derecho territorial o son

reacciones anti sistémicas que vienen de condiciones de desigualdad.

Nuestra sociedad construida sobre la lógica del mercado, ha

profundizado vacíos éticos y culturales. Sin duda que la extracción de toda la

energía sin piedad del producir y competir para sobrevivir ha dejado gran parte

de la educación en las etapas escolares, desapareciendo con ello la comprensión

de lo que significa una familia y toda su construcción moral. Esta ausencia ha

aumentado la brecha entre entender cuando estoy invadiendo o dañando

patrimonios de otros y la conciencia de que estoy actuando en la ilegalidad o

perjudicando el bienestar de esos otros.

Desde la mirada académica y de lo arquitectónico, existen hoy

estudios serios que sitúan la responsabilidad de conductas delictuales en la

forma de vivir. Los barrios y condiciones espaciales deterioradas,

hacinamientos, poca luz natural, la ausencia de áreas verdes y/o paisajes

naturales, son condicionantes de desesperanza y gatillan con mucha facilidad

actos delictuales.

La disposición de áreas comunes que invitan al encuentro, que se

diseñan con la intención de ser mirados, que generan pertenencia a la

comunidad, son contrapuestos a aquéllos pasajes enfrentados largos, oscuros,

densos y de un pasar rápido como calles sin fin y perspectivas encerradas. Es

tan distinto una ventana que mira un espacio con vida, a tener que cerrar la

misma por proximidad, o simplemente por enfrentar la monotonía de otra ventana.

Desde luego, esto es una reflexión abierta y sin duda los

elementos arquitectónicos deben complementarse con factores sociales, pero es

una realidad que los espacios en que se sobreponen más hechos simultáneamente

alegran el corazón, porque la retina del ojo suele moverse más rápido por los

estímulos que genera la composición arquitectónica de ese lugar.

Uwe

Rohwedder

Académico

Facultad de Ingeniería y Arquitectura

Universidad

Central

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