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Columnista

¿Los padres deberían ocuparse en ofrecer buena literatura a sus hijos?

Leslia Jorquera

Horacio Salgado Fernández, director de Psicología Universidad San Sebastián. 

por Leslia Jorquera

Hace un par de décadas, mientras éramos estudiantes universitarios de Psicología, solíamos discutir con el ahora profesor Hetz respecto de si era posible distinguir la buena de la mala literatura, o más precisamente, si existía alguna base argumental, criterio o evidencia que permitiera sostener que El libro de la Selva constituye mejor literatura de ficción que la saga completa de Harry Potter, por plantear un ejemplo.

En aquel tiempo, yo abrigaba la sospecha adicional de que la literatura, tanto leerla como escribirla, podría tener algún efecto en las personas, en su inteligencia, su potencial creativo o algún otro aspecto.

En lo que va de este siglo algunas pistas interesantes se han empezado a desplegar en relación a estas sospechas e inquietudes.

En Psicología se suele hablar de la “teoría de la mente” para referirse al conjunto de habilidades que le permiten a los humanos identificar y comprender estados subjetivos o mentales de otras personas, ya sea creencias, emociones, expectativas, entre otros, y que les facilitan la interacción social. Investigaciones desarrolladas en la pasada década evidenciaron que los déficits en estas habilidades están asociados con psicopatologías marcadas por dificultades en las relaciones interpersonales.

Pues bien, otras investigaciones recientes han evidenciado efectos de la lectura de ficción sobre la empatía. Además, estudios sobre la “teoría de la mente” han mostrado efectos beneficiosos, al menos en el corto plazo, de la buena literatura de ficción sobre las capacidades de las personas para identificar los estados subjetivos emocionales y cognitivos de otros. Si bien estos últimos hallazgos han sido objeto de discusión científica durante los últimos dos años, podrían estar mostrando indicios prometedores sobre los potenciales efectos de la buena literatura sobre habilidades tan sensibles de los humanos.

Aparentemente, no sea descabellado continuar sosteniendo la hipótesis de que la buena literatura –y posiblemente, el arte en general– logra efectos e impactos beneficiosos sobre las personas, los que están todavía por descubrirse.

Por lo mismo, es atendible que los padres, y los establecimientos educacionales, escojan con inteligencia buena literatura que ofrecer a las nuevas generaciones. Es importante seleccionar obras que, como planteaba el psicólogo Jerome Bruner, fuercen a niñas y niños a “completar brechas y buscar significados entre un espectro de significados posibles…”, textos que perturben sus expectativas y desafíen su forma de pensar, libros que en palabras del crítico literario Harold Bloom eviten los clichés y las metáforas muertas.

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