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Columnista

El litio y una mirada el desarrollo del país

Leslia Jorquera

Dr. Patricio Oyarzún Cayo, director de Investigación Facultad de Ingeniería y Tecnología Universidad San Sebastián.

por Leslia Jorquera

 Chile se encuentra actualmente recuperando sus niveles de crecimiento económico y de productividad. Sin embargo, una expansión sostenible sólo será realidad si el país puede avanzar hacia un modelo económico que no dependa del precio del cobre.

La palabra litio deriva del griego “lithos” que significa piedra. Efectivamente, este metal alcalino es altamente reactivo y en la naturaleza sólo se encuentra combinado en la forma de minerales de litio y en salmueras naturales continentales. Por ello, en virtud de nuestros grandes salares del desierto de Atacama, Chile cuenta con aproximadamente la mitad de las reservas mundiales de este metal, una de las materias primas más codiciadas en el mercado global para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos y en toda clase de dispositivos tecnológicos como notebooks, teléfonos celulares o tablets, valiéndole el apelativo de “oro blanco”.

En este punto, cabe recordar que el principio de funcionamiento de estas baterías es un proceso reversible de “oxido-reducción”, donde los electrones “fluyen” desde el ánodo de litio (que se oxida) hacia el cátodo de carbono (que se reduce). ¿Y qué hace al litio tan especial? Este elemento, tercero del sistema periódico, posee un conjunto de singulares propiedades físicas y químicas, como ser el metal más electropositivo (tendencia a “liberar” electrones) y bajo peso específico (relación peso/volumen), lo que permite a las baterías “de ion litio” tener un alto potencial electroquímico, vale decir, mayor capacidad de almacenamiento de energía (mayor autonomía) y ser mucho más livianas y pequeñas que las baterías tradicionales de plomo-ácido.

Todo esto hace que nuestro país detente una posición competitiva única para hacer más que sólo extraer este metal desde nuestros salares, sino que abre la posibilidad de impulsar una industria tecnológica que haga eco de la manida idea de que nuestro país puede transitar hacia una sociedad del conocimiento y una economía basada en innovación y valor agregado.

Sin embargo, contra toda lógica, el litio hoy se exporta sin añadir valor, a través de contratos de explotación privados que han sido cuestionados en el último tiempo, más aún a la luz de la reciente adquisición de una parte de la propiedad de SQM por parte de la gigante minera china Tianqi Lithium.  Podrá argumentarse a favor o en contra de estos acuerdos, sin embargo, es evidente que en el fondo existe una profunda falta de visión de desarrollo de largo plazo.

Chile se encuentra actualmente recuperando sus niveles de crecimiento económico y de productividad. Sin embargo, una expansión sostenible sólo será realidad si el país puede avanzar hacia un modelo económico que no dependa del precio del cobre o de commodities –como sucede actualmente- y donde la inversión en investigación y desarrollo (I+D) contribuya a la competitividad empresarial, a la diversificación de las exportaciones y de la matriz productiva del país. De hecho, Chile es el país de la OCDE con menor gasto en I+D, que sólo alcanza al 0,39% del PIB (el promedio OCDE es 2,5%) y cuya base de financiamiento es esencialmente público. Por lo tanto, entre los principales desafíos que debe abordar nuestro país para mejorar la competitividad y lograr un crecimiento económico sustentable están superar brechas de inversión en I+D del sector privado. El caso del litio deja muchas preguntas en el aire.

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