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Columnista

Evite que sus hijos sean testigos de violencia doméstica

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El hecho de que haya discusiones no es un problema, en tanto la pareja sea capaz de resolverlas de manera asertiva, negociada y obviamente, sin violencia.

por La Tribuna

Margarita Sandoval Gutiérrez                                              

Psicóloga y académica de Psicología                    

Universidad San Sebastián

Se espera que todo sea relajo y diversión durante las vacaciones. Además, los miembros de la familia suelen estar juntos todo el día, a diferencia del resto del año en que cada uno tiene sus actividades laborales y escolares. Este aumento del tiempo compartido también puede presentar algunas dificultades, por ejemplo, hay conflictos que durante el año se evitan gracias al trabajo, las tareas de la casa y actividades escolares. En vacaciones, no se pueden evitar y se pueden gatillar debido a cualquier nimiedad.

Puede ocurrir que, al aumentar la cantidad de interacciones, aparezca tensión y las diferencias, que la pareja no ha aprendido a manejar de manera adecuada, se acumulan y pueden llevar a que en algún momento el problema explote. En la consulta, con frecuencia vemos un leve aumento de consultas nuevas a partir de conflictos de pareja y familiares que surgen luego de las vacaciones.  El hecho de que haya discusiones no es un problema, en tanto la pareja sea capaz de resolverlas de manera asertiva, negociada y obviamente, sin violencia.

Sin embargo, a veces aparece la violencia, sin que sea percibida como tal, en especial cuando es de tipo psicológica. Esta consiste en agresiones verbales, descalificaciones o gritos que llevan a denostar al otro en su legitimidad.   Si los padres no se dan cuenta de que están ejerciendo violencia psicológica dentro del núcleo familiar, normalizándola como una forma de interactuar o una manera de ser, puede llevar a consecuencias a corto y largo plazo en los hijos.

A corto plazo, ser testigo de violencia doméstica (incluida la psicológica), puede acarrear en los niños ansiedad de separación, agresividad, desapego emocional, recuerdos intrusivos, entre otros. Ser testigo de violencia psicológica es un factor de riesgo para convertirse en abusadores, en términos de matonaje escolar. Los padres, al estar insertos en el conflicto, pueden aumentar su propio estrés, descuidando las funciones afectivas y de contención hacia los hijos, siendo incapaces de responder adecuadamente a sus preocupaciones y temores. Eso se puede asociar a los comportamientos disruptivos de los niños, lo que puede a su vez aumentar la tensión en los padres, llegando a desarrollar un círculo vicioso.

Los niños pueden crecer confundidos acerca de los significados del amor, la violencia y la intimidad, lo cual podría conllevar dificultades en la adolescencia y adultez para establecer relaciones de pareja, desarrollar compromisos, repetir patrones de violencia de pareja, estilos de personalidad hostil o depresiva, abuso de alcohol.

Entonces, se aconseja a los padres hacerse cargo de los conflictos de pareja, no evadirlos, sino desarrollar nuevas alternativas para resolverlos. Cuando haya discusiones de pareja, intente resolver el conflicto en un lugar donde no estén los niños, a través de una conversación, sin gritos ni descalificaciones. Para tener la razón se requieren buenos argumentos, no la descalificación del otro. Aprenda a reconocer sus errores y la responsabilidad que le cabe en la situación, sin victimizarse.

También es importante revisar la propia historia, reconociéndose como testigo de violencia cuando eso haya ocurrido. Así la principal función de la familia, permitir el desarrollo armonioso de cada uno de sus miembros, se puede cumplir.

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