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La Tribuna
Columnista

Moral y buenas costumbres

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander.

por Leslia Jorquera

En aquella ocasión, presidiendo la Comisión especial del Senado que debía legislar sobre, "Persona Jurídica de Entidades Religiosas", que daría origen a la conocida Ley de Culto, recibía a la entidad nacional que reunía a musulmanes en tierra chilena. Estos, consultaban sobre los alcances de esta ley, que en lo principal, otorgaba libertad de culto a toda entidad religiosa, " que no se opusiera a la moral y las buenas costumbres". El líder y autoridad musulmana, a modo de ejemplo, consultó si tal libertad, permitía la aplicación plena de formas de vida consideradas por el Corán, como por ejemplo, conformar familias en que el hombre pudiese tener dos o más esposas. Le respondí que debía analizar lo dispuesto por la Constitución chilena que establece la obligación de respetar, "la moral y las buenas costumbres", y estas, en nuestra institucionalidad y más aun en la naturaleza de nuestro pueblo, no contempla la estructura de tales familias. Él, me consulta, "como surge esto de la moral y las buenas costumbres", le respondo que Chile es una Nación que forma parte de la "Civilización Occidental Cristiana" y por tanto, tal hecho estructura aquel conjunto de principios y valores que dan origen a tal expresión. "Nuestra moral y buenas costumbres no son otras que aquellas surgidas del cristianismo. Esta no es una Nación musulmana ni su quehacer esencial social, se ha estructurada a partir de nada, por el contrario ella nace y se forma con tales valores". Él me responde que, "entonces esta ley que Ud. dirige en su tramitación, no otorga libertad,  por tanto, proclamar la libertad religiosa se contrapone con esta moral y buenas costumbres ya existente".

El debate comenzó a profundizar este concepto hasta ese momento poco analizado. Le respondí que, "...efectivamente esta ley permite a Ud. transformar nuestra Nación Cristiana en una Nación Musulmana. Nadie se lo impide. Ahora bien, si eso Ud. lo logra, Chile modificará tal moral cristiana y adquirirá, por la fuerza de los hechos, la religiosidad musulmana y podrán los hombres chilenos tener cuatro esposas, pero ahora no". Se dio por terminada la conversación. Todo estaba claro y se disponía agregar tal concepto a los fundamentos de la llamada Ley de Culto.

Hoy es el aborto. Un documento que circula entre aquellos interesados en el debate, hoy instalado en el Tribunal Constitucional, estamento creado en el Gobierno de Salvador Allende y presidido en aquella ocasión por el jurista Enrique Silva Cima, considera que deberá necesariamente considerar en su resolución final, lo dispuesto en la Constitución Política del Estado, en lo referente a esto de la, "moral y las buenas costumbres" y por tanto, asumir la doctrina cristiana, fundamento de tal moral y por tanto, celadora de las buenas costumbres que de ese valor se desprende. Negarlo es pretender ocultar la historia y peor aún, retirar a Chile de esta Civilización Occidental Cristiana, que por miles de años, ha dado estructura a esta sociedad. Esto, que pareciera a simple vista, una exageración, en los hechos no lo es. Es así que la esencia del ser humano, no tiene cambio alguno. La proclamación de "un Chile nuevo" u otra forma de expresar rebelión de esta realidad, es tan solo el slogan del día, manifestado en quienes rechazan el cristianismo. Visto así las cosas, el Tribunal Constitucional, para aprobar el proyecto de ley que permite matar a la persona que está por nacer, fuera de modificar lo dispuesto taxativamente, en la  Carta fundamental, en cuento a que el Estado, "protege al que está por nacer", deberá en su fallo expresar también un fundamento de rechazo a la constitucionalidad de este proyecto, considerando ese valor universal, "conforme a la Moral las Buenas Costumbres".

Y al respecto, sin duda, el alegato de las entidades cristianas en este proceso constitucional, será de gran interés, por cuanto ellos representan lo esencial de nuestra Civilización. En definitiva, se trata de proteger la doctrina de un hombre, que superando imperios o reinos, su naturaleza, para algunos de origen  divino, fue capaz de crear una Civilización, y a ella nos debemos. 

Mario Ríos Santander.

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