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La Tribuna
Columnista

Yo, testigo de la violencia

Leslia Jorquera

Ricardo Bascuñán Cisternas

Psicólogo y académico de la Universidad Central

por Leslia Jorquera

Hace más de una década la Organización Mundial de la Salud dio la alerta al considerar la violencia como un problema de salud pública y por ello emite boletines periódicamente sobre este tema.

 

Como nunca antes somos parte de una nueva calificación que bien podría definir nuestra sociedad. Somos ‘testigos’, testigos elocuentes, destacados y latentes, frente a un sinfín de contenidos que nos muestran los medios de comunicación.

Nuestra sociedad se ha vuelto insensible frente a hechos de violencia injustificada, pero que a pesar de su frecuencia aún existen informaciones que logran sorprendernos superando el umbral de lo macabro.

Hace más de una década la Organización Mundial de la Salud dio la alerta al considerar la violencia como un problema de salud pública y por ello emite boletines periódicamente sobre este tema.

La violencia es un espiral que es muy difícil de reducir al corto plazo. Algunos apuntan, para casos extremos, a medidas como la pena de muerte para dar solución a un fenómeno que ha estado presente en la historia de la humanidad y que va en aumento en el tiempo, o sea quieren combatir la violencia con violencia, algo que se repite con frecuencia. Por lo mismo, la evolución humana ha generado instancia, como los sistemas judiciales, para intentar generar un control social sobre el comportamiento de las personas.

Otro dilema que se genera en nuestra actual sociedad es que da diversos significados a la violencia y dependiendo de los casos, la violencia puede ser incluso algo bueno. Cuando es para castigar a quien ha cometido un hecho calificado como ‘malo’, se nos presenta como algo positivo y de justicia. De igual forma, si una persona debe reclamar por un tema determinado, o trabaja en el rubro de las ventas o comercio, se entiende que el tener una actitud agresiva muchas veces le permite acceder a mayores posibilidades de éxito. Por otra parte se nos dice que no es bueno ser violento en ninguna de sus formas.

En el tiempo se han buscado métodos de combatir las conductas agresivas, siendo la educación valórica uno de los elementos más efectivos para nuestra naturaleza de animal socializado. Lamentablemente estamos en época de crisis de los valores donde se les ha quitado importancia. Hay factores psicológicos, fisiológicos y sociales que nos han llevado a esta realidad, transformándonos en individuos carentes de sentido de comunidad.

Esto se explica por el modelo neoliberal que prima en el mundo, que si bien ha traído elementos positivos, también trae consigo esta tremenda crisis valórica. Ya no vale que una persona sea honesta, pacífica o que respete a las demás personas, ya los valores no tienen valor, y nos pone una gran meta como sociedad si queremos empezar a reducir los hechos de violencia que irán escalando cada vez más.

Ricardo Bascuñán Cisternas

Psicólogo y académico de la Universidad Central

 

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