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Columnista

El voraz Transantiago

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander

por Leslia Jorquera

 El Transantiago, que en su concepción primaria está bien diseñado, sólo podrá funcionar en países cuya cultura se manifiesta en la totalidad de los actos, incluyendo el pago del pasaje en su sistema de transporte público.

Para Santiago, su sistema de transporte público, es complejo y vital. Por ello, cualquier cosa que ocurra en el uso, forma, estructura o política que sobre él se dicte, termina complicando a todos los chilenos. Se dio a conocer que en estos años de funcionamiento, el costo para Chile del Transantiago, alcanzó los 15 mil millones de dólares. Si lo comparamos con el presupuesto de la Nación, hoy 60 mil millones, concluimos que en 10 años, el trasporte santiaguino se ha “comido” el 25% del presupuesto de un año del Estado chileno. ¿Mucho no?

En el transporte de pasajeros, hay tres formas para que el usuario acceda a su uso: Primero, el ingreso con caja de pagos en el mismo vehículo que aborda. Sistema de todo el país. Segundo, la cancelación anterior a un acceso que acciona su apertura con el pasaje entregado por el cajero, Metro de Santiago, Valparaíso y Concepción. Tercero, la cancelación previa del pasaje en tarjeta electrónica y accediendo al bus mediante una presentación al instrumento que “autoriza” una luz verde su acceso al bus. Sistema del Transantiago. En este último caso, si tal instrumento indica luz roja, teóricamente el pasajero debe descender del bus. En el Transantiago, al revés, un 15% de los pasajeros, nunca cancelarán. No les interesa y no hay disposición alguna del chofer o los pasajeros para meterse en un lío defendiendo la seriedad del sistema. Ese 15% resultan ser  570 000 pasajeros diarios que no pagan. Si lo extrapolamos a una ciudad media, como Los Ángeles, que “corta” 160 000 boletos al día, serían 24.000 los que usarían el colectivo o bus, sin cancelar pasaje. ¿Aguantarían los dueños de taxi o bus? Ninguno.

De los pasajeros que no pagan, el 90% son jóvenes y de ellos, otro 90% son hombres. Claramente las mujeres son más responsables en sus obligaciones. Visto así, el Transantiago, que en su concepción primaria está bien diseñado, sólo podrá funcionar en países cuya cultura se manifiesta en la totalidad de los actos, incluyendo el pago del pasaje en su sistema de transporte público. ¿Es así el chileno? Si conocemos los porcentajes de incumplimiento de pago en tarjetas comerciales, que es sólo al 2%, podremos decir que los chilenos sí son responsables. Si constatamos que todas nuestras carreteras están repletas de carabineros, edificios policiales, autos veloces, concluimos que Chile es muy irresponsable, (dudo que exista otra Nación en el mundo con una presencia policial tan numerosa en caminos y carreteras). ¿Entonces, cual parámetro nos indicará el futuro del Transantiago? La evasión, se ha mantenido desde su puesta en marcha. Menos sirvió que durante la primera semana no pagara nadie, para que “se acostumbraran al Transantiago”, pero se acostumbraron a no pagar. He visto escenas patéticas. Un joven no pagó y un guardia ahí presente lo conminó a que descendiera del bus. El griterío en contra del inspector fue absoluto. Me puse de pie y apoyé al guardia, casi me matan, pero lo hice igual. Me sentí bien y el guardia me lo agradeció. El chofer, impertérrito se limitó a mirar.

Concluí que el Transantiago, en su operación actual, no tiene viabilidad alguna y si es el Estado quien organiza el sistema, peor aún. En esa ocasión los que pagaron y no pagaron, se unieron para insultar a un pobre guardia que cumplía con su deber. Fueron cobardes y mediocres. Aprovechan el tumulto para gritar. No tienen el valor de enfrentar personalmente una cuestión que les afecte. Así está Chile. Aquel día que se vuelva a cancelar el pasaje al abordar el bus, el país, habrá ahorrado millones de pesos. El temor es que surja una “Asociación de Pasajeros sin Pasaje”, que se oponga al cambio del sistema, alegando un asunto de derechos humanos.

Mario Ríos Santander      

 

 

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