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Columnista

"Los bancos son una mentira": Estamos patos

Leslia Jorquera

Ives Ortega

Poeta

por Leslia Jorquera

 Hoy en día basta con que aparezca la suma del préstamo escrito en un computador, ya que desde ese momento la persona comienza a pagar intereses por dinero que nunca ha existido, que no existe y que no existirá.

Es verano, sí, es cierto, aunque los chubascos digan lo contrario; las moscas estarán ahí también en Pomaire, compartiendo el espacio con las mariposas; el trópico se toma la ciudad capital; las avenidas se ven repobladas de lánguidos y estériles cableados que se suman a las palmeras en una hilera de nunca acabar.

Mientras, en otras regiones del globo; la humedad y el calor favorecen el apareamiento de hembras y machos en la flora vegetal que junto a insectos, seres inmaculados y hadas, buscan mimetizarse en ese Edén extraviado, allá, donde los ríos persisten insurrectos, cuyos pelos y señales tendré que reservarme, para asegurar en algo su existencia de ese vía crucis de amigos y parientes de lo ajeno. No fue ayer cuando surgieron los Bancos, el mal se instaló, después de encendidas las luminarias del mercado, en la trastienda de la especulación, en la penumbra de una bóveda del siglo XVII, en plena época Colonial  en Chile, así como en toda nuestra América morena, continente que a base de sangre y fuego, surtió hasta la abundancia en  metales preciosos como “oro” y “plata” a toda  Europa.

“El Nuevo Mundo, recientemente descubierto, no entiende eso del Préstamo o el Crédito, mucho menos sabe lo que son los Intereses”. El peso del oro de quienes en “ese” entonces, en el Viejo Mundo, lo poseían, pasó a ser guardado en bóvedas, a cambió los cándidos depositantes obtenían un recibo; comerciar  con un papel era más liviano, pretexto suficiente para que los dueños de las bóvedas, comenzaran a imprimir recibos por el oro guardado y más, dando rienda suelta a préstamos de recibos que equivalían a una cierta cantidad de oro -dicha sea la verdad; que no tenían-, el crédito era equivalente al peso en oro depositado en la bóveda, menos el interés cobrado por el depósito, por ejemplo: “si el depósito a guardar fue de 100, el porcentaje del dueño puede ser 10, con los noventa restantes, se tiene acceso a un crédito, del cual, nuevamente el usurero -él de la bovedita- aplica otro interés, por otorgar el crédito, el cual será cancelado a tanto tiempo plazo… el razonamiento de “este de la bovedita” fue más allá en su avaricia, cuando comenzó a crear Corporaciones Privadas por todo el  rancio continente, los “Bancos”, hicieron fama por lo que decían poseer en depósitos, no obstante, lo cierto que lo único que poseían eran los denominados “prestamos” y su equivalente en hipotecas. “El papel billete se crea a partir de la promesa del deudor, por devolver el dinero prestado, más un interés”, mientras que “el esfuerzo del banco, fue crear dinero –que no posee- y lo escribe en la cuenta del deudor”, así la deuda nunca termina.

Este mediodía -donde los ventiladores no son suficientes en el estrecho cubículo de la oficina bancaria- acaba de ser aprobado un préstamo por diez millones de pesos a una persona, y el ejecutivo sólo escribe en el teclado del computador la cantidad;¡eso es todo!, no se acuñan monedas, ni imprimen billetes, no recurren a un metal precioso, nada. Hoy en día basta con que aparezca la suma del préstamo escrito en un computador, ya que desde ese momento la persona comienza a pagar intereses por dinero que nunca ha existido, que no existe y que no existirá. Este Banco no es el del desarrollo, sino más bien del sub desarrollo, protesta un hombre al cual no le otorgaron el crédito. Ya es tarde, el calor persiste aún en el noctambulo vagar de los perros en Santiago de Chile, los quiltros de vez en cuando levantan la pata para mear el Palacio de la Moneda.

“Si la gente entendiera como funciona nuestro sistema financiero, creo que habría una revolución mañana por la mañana.” Henry Ford, 1922.

Ives Ortega

Poeta

                                          

 

 

 

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