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Columnista

Corruptos forever II, te llamabas Yamilett

Leslia Jorquera

Ives Ortega

Poeta

por Leslia Jorquera

A cambio, la Yamilett, debía vestir de blanco, no cobrar por sus atenciones, ni cortarse el pelo, ni maquillarse, ni menos casarse, también la niña en su aparición le dijo que moriría a los 33 años.

En la mitológica ciudad de Talagante vivía junto a su madre  la Yamilett, “la niña de los milagros”, allá en la casa azul de madera, en uno de los tramos más pobres de la comuna,   hasta donde llegaban –somnolientos, entumidos, apretados, acalambrados y fatigados- traídos por doquier en buses de la fuerza aérea y carabineros, que no cesaban de acudir desde que se conoció a la niña por las noticias, en la radio y en la tv.

Fue desde 1974 que comenzaron a llegar por cientos y miles de mancos, zuncos, ciegos, paralíticos, curiosos, comerciantes e incluso uniformados de baja categoría, en todas las ramas del ejército, se dieron cita junto a sus esposas y toda la parentela, los que engrosaban “el montaje”; la orden del régimen militar era construir la “chapa milagrosa de la Yamilett”, quien lucía toda de blanco en un traje medio de novia, medio de primera comunión. Tenía 10 años cuando empezó con eso de los milagros, -habla su madre -como que tiene “dos personalidades”; la niña que acude a la escuela y que juega con sus amigas, y la otra es la que cura a los enfermos y todas las cosas de las que se hablan.

Ese es el espíritu de “la Elizabeth”, Elizabeth Talbo, una niña hija de padre norteamericano y de madre española, que vivió –continúa hablando la picuda señora- hace ciento cincuenta años, cuando tuvo un fatal final el día que la ultrajaron y descuartizaron, hasta que llegó un ángel que se la llevó. Fue en un sueño, que el espíritu viviente de la “Elizabeth”, le dio los poderes de sanación con los que conmueve a la gente. A cambio, la Yamilett, debía vestir de blanco, no cobrar por sus atenciones, ni cortarse el pelo, ni maquillarse, ni menos casarse, también la niña en su aparición le dijo que moriría a los 33 años. De esas profecías ninguna se cumplió, salvo el de emocionar hasta el más estirado de los escépticos.

Su primer caso fue el de Elsa San Martín, quien se presentó orinando sangre debido a una leucemia, que padecía; pero Yamilett dijo que la iba a curar y así no más fue. Otras veces, le dice la verdad a algún familiar del aquejado; siempre son males del cerebro. La niña atiende a los que tienen fe y también a los que no tienen, dice un epiléptico curado haciendo un guiño a los uniformados que estaban a la cola. En la modesta pieza donde atiende toca rápidamente a cada paciente, generalmente en la cara. La mañana en que Revista “Que Pasa” la visitó, atendió aproximadamente a 1.500 pacientes, que dejaban ofrendas voluntarias, mientras que afuera hay un letrero advirtiendo que la consulta era gratis. No todos lo hacían, es cierto; algunos eran demasiado pobres y en ciertos casos Yamilett les da para el pasaje de vuelta. Si por lo menos 1.000 pacientes habían dejado en la cajita de cartón una suma que fluctúa entre $ 1 y $ 5, supongamos que de $ 3 por cada uno, da la nada despreciable suma de $ 3.000 en una mañana, consignaba la publicación. Los rumores corrían buscando nuevas y nuevos incautos, que aceptaban el embuste. Mientras tanto la dictadura golpea con fuerza multiplicando el crimen, las mesas en Chile, tiemblan haciendo salpicar el caldo de misterios servido en los platos.

Ives Ortega

Poeta

 

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