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La Tribuna
Columnista

El final de la vida

Leslia Jorquera

Giulietta Vaccarezza Garrido

Psicóloga y académica Facultad de Psicología

Universidad San Sebastián

por Leslia Jorquera

Comprender que la muerte es parte de la vida, es una construcción subjetiva del tiempo que permite planificar, proyectarse y recordar y, además, depende mucho de la afectividad y el estado de ánimo de cada persona. Así, es importante que roles como la abuelidad, es decir ser abuelos, se expresen para sentir que se tiene continuidad a través de los otros.

 

A pesar de que la psicología de la adultez ha modificado algunas descripciones que hace un tiempo corrían como grandes teorías explicativas, varias de las propuestas actuales recogen aspectos que antaño se consideraron argumentos válidos para explicar tareas sociales, morales, afectivas, cognitivas e incluso físicas. Por ejemplo, dadas las modificaciones demográficas por ampliación del tiempo de vida, varias de las crisis denominadas de los cuarenta o de la mediana edad se han reconceptualizado, al punto que a veces aparecen en edades superiores a los 50 años o incluso más adelante.

Sin embargo, una de las modificaciones cognitivo-afectivas que se consideraba propia de la adultez media y la vejez se mantiene aún, e incluso es sustento de políticas públicas y también de iniciativas privadas. Ésta es la denominada finitud del tiempo biográfico, que se entiende como la incorporación de la muerte a la situación vital de una persona, como un evento cercano que puede cambiar la vida de otros y que requiere de atención imperiosa.

Comprar seguros de vida, comprar espacios en los cementerios, adquirir servicios fúnebres, adelantar eventos o simplemente recurrir a comentarios como: tal vez este sea mi último cumpleaños, cuando yo no esté aquí, entre otros similares, son manifestaciones y ejemplos de la finitud de la propia vida. Por lo tanto, comprender que el tiempo de vida se termina es también una tarea del desarrollo que todo adulto debe concretar en algún momento. Lo anterior, implica que además se afronten las tareas propias de la vejez desde la bondad y pensando en el legado que se deja a las futuras generaciones.

Comprender que la muerte es parte de la vida, es una construcción subjetiva del tiempo que permite planificar, proyectarse y recordar y, además, depende mucho de la afectividad y el estado de ánimo de cada persona. Así, es importante que roles como la abuelidad, es decir ser abuelos, se expresen para sentir que se tiene continuidad a través de los otros. Tener nietos es una acción que construye una memoria genealógica, y eso permite integrar de mejor forma la muerte y sus condiciones.

Giulietta Vaccarezza Garrido

Psicóloga y académica Facultad de Psicología                                                                      

Universidad San Sebastián

 

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