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La Tribuna
Columnista

Desafíos de la educación superior en la Región del Biobío

Zazil-Ha Troncoso

Roger Sepúlveda Carrasco, rector Santo Tomás Los Ángeles

por Zazil-Ha Troncoso

La Región del Biobío ha sido líder en el desarrollo nacional, dando el ejemplo en múltiples ocasiones de cómo se deben abordar los desafíos para otras regiones; tal fue el caso en 1919, cuando por iniciativa de un grupo de notables vecinos, dieron por fundada la Universidad de Concepción, tercera casa de estudios en Chile y la primera fuera de Santiago.

Hoy la realidad del país es otra, la cobertura de la educación terciaria ha alcanzado niveles de naciones desarrolladas, se le exige más investigación y más transferencia de conocimientos hacia la sociedad, a nivel regional contamos con más de 30 instituciones de educación superior (IES), de las cuales una docena al menos son universidades.

Pero lamentablemente entre estas instituciones no existe una simbiosis potente que genere un impacto significativo para que la región supere una serie de falencias estructurales, como la creación de nuevos sectores industriales que reemplacen a los que caen en obsolescencia o el mejorar la capacidad de retención de los profesionales formados en las aulas regionales.

Uno de los sueños que me resisto a abandonar es el hecho de que esta región pueda transformarse en un real “polo universitario”; es algo que, visto desde la distancia, parece simple y da la impresión de que contamos con muchos de los insumos para ello.

Pero para concretar este desafío no sólo es necesario que existan muchas universidades o institutos, tampoco que se desarrolle una millonaria campaña publicitaria promoviendo las virtudes de nuestras casas de estudio locales, incluso, el hecho de que las universidades locales trabajen en red o colaborativamente -como lo ha sugerido el último informe de la OCDE- no es una garantía de que avancemos de verdad hacia a un clúster de educación superior; para llegar a ello hace falta la comunión de diversas voluntades que a simple vista tienen hoy poco o nada de relación con las IES.

Por ejemplo, para hablar de clúster universitario, debemos contar con el apoyo de las autoridades municipales a nivel metropolitano para definir en los planos reguladores comunales espacios adecuados para la instalación de esta infraestructura junto con todos los servicios anexos; de las autoridades y empresarios del transporte para que los estudiantes -extranjeros y nacionales- no se sientan discriminados y los recorridos se ajusten a las necesidades de los usuarios y no viceversa; del sector hotelero e inmobiliario para reconocer en ellos clientes potenciales con requerimientos distintos a los de una familia o trabajador que apuntan generalmente los proyectos inmobiliarios; del comercio que debe proveer servicios apropiados como buenas librerías, cibercafés y fotocopiadoras; finalmente, la seguridad es un elemento fundamental, dejando una importante tarea a Carabineros y a los equipos de seguridad ciudadana.

Una buena medida para abordar este último desafío sería que las IES retomemos la iniciativa del Programa de Mejoramiento Competitivo que creó el clúster “Educando e  innovando”, que buscaba transformar a la región en la capital de la ciencia y tecnología en Latinoamérica, un desafío a la altura del asumido por esos penquistas que en 1919 dieron vida a la primera universidad de regiones. 

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