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Columnista

Programa KiVa contra el Bullying: ¿Utopía o posibilidad real?

Leslia Jorquera

Luis Alemán
Académico de la Facultad de Educación
Universidad Central

por Leslia Jorquera

A pesar de lo tentador que resulta este método, su implementación resulta cuestionable en nuestra realidad. El campo de acción de la convivencia escolar representa un ámbito nuevo al cual se han abierto los establecimientos educacionales.

Como todas las relaciones de violencia, el Bullying está anclado en los significados culturales que la sociedad ha elaborado para hacer valer sus propios valores. La violencia escolar no es sólo un fenómeno que se origina y desaparece en las aulas de clases; es más que eso, es el espejo y representación del tipo de sociedad que hemos construido, son las relaciones humanas que hemos entretejido y enseñado a replicar, y, desde la perspectiva de la política pública, de las ausencias o vacíos respecto a cómo hemos estado abordando hasta ahora el problema.

Frente a tal realidad nacional, nos llega desde Finlandia la noticia acerca del impacto positivo del llamado Método KiVa (acrónimo de KiusaamistaVastaam y que significa acoso escolar). En realidad se trata de un Programa implementado y totalmente financiado por el no casualmente llamado “Ministerio de Educación y Cultura”.

Una característica esencial, es que el Programa se instala como parte del Currículo en tres etapas del desarrollo: a los 7, 10 y 13 años con un total de 20 intervenciones o clases que se conforman como una asignatura donde se inculca valores como el respeto y la solidaridad.

A pesar de lo tentador que resulta este método, su implementación resulta cuestionable en nuestra realidad. El campo de acción de la convivencia escolar representa un ámbito nuevo al cual se han abierto los establecimientos educacionales, pero se han abierto desde una lógica muy diferente a la que sustenta el programa KiVa.

Primero, porque el apoyo del Ministerio de Educación sólo llega a propuestas globales sin traducirse en un apoyo económico que haga viable un proyecto de tal magnitud.

En segundo lugar, no existe voluntad política de instalar en el currículo nacional una asignatura que se haga cargo del desarrollo moral de nuestros niños y niñas, de modo tal que se trabaje a conciencia y con responsabilidad la creación de valores que fundamenten las bases de una convivencia pacífica.

Por último, no existe una política de estado que aborde el fenómeno de la convivencia escolar desde una perspectiva estatal, en su lugar, el Ministerio de Educación solo elabora Planes y Programas que constituyen pautas generales donde cada establecimiento elabora su propio Manual de Convivencia, pero… y aquí viene el gran pero… en la mayoría de los casos dicho Manual es elaborado por los directivos, terminando en un ‘Reglamento de Convivencia’ donde se postulan normas que no son construidas por la totalidad de los actores de la Comunidad Educativa y que por ende, resultan en su mayoría percibidas como arbitrarias por los estudiantes.

Aún queda camino por recorrer para llegar a un desarrollo de la conciencia social, que desde una proyección latinoamericanista, nos brinde una base pedagógica para implementar programas como el finlandés. Mientras tanto, seguimos trabajando en esa dirección.

Luis Alemán

Académico de la Facultad de Educación

Universidad Central

 

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