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Columnista

Desafío de las escuelas deportivas: formar mejores personas

Leslia Jorquera

Pablo Luna Villouta

Académico de Pedagogía en Educación Física

Universidad San Sebastián

por Leslia Jorquera

Los desafíos para este tipo de instituciones están en contar con profesionales idóneos para este complejo proceso de formación, que debe incluir aspectos técnicos y de formación personal.

 

Las escuelas deportivas, ya sea de fútbol, básquetbol, vóleibol, tenis, atletismo u otra disciplina, han crecido sostenidamente en los últimos años producto de la necesidad que tienen nuestros pequeños de realizar actividad física, imitar a nuestros ídolos y sobre todo de jugar con otros niños y niñas. En ese sentido, estas instancias, junto con las actividades extraescolares, constituyen el principal eje de iniciación deportiva de nuestro país.

Vista así la iniciación deportiva puede entenderse como el periodo de la niñez en que los niños y niñas comienzan a aprender de forma específica uno o varios deportes, buscando lograr una operatividad básica en la ejecución de las habilidades motrices, cognitivas, emocionales y sociales requeridas por un deporte en específico.

Por lo anterior, es oportuno decir que este proceso debe básicamente procurar organizar sus actividades en torno a las posibilidades del niño o adolescente, ajustando su proceso formativo a sus ritmos y características, utilizando materiales y espacios que permitan las máximas posibilidades de experiencia motriz y evolucionando progresivamente con el fin de desarrollar las potencialidades de todos sus integrantes.

Lo anterior, es un enfoque pedagógico que centra sus objetivos, no sólo en lo primario del deporte (el aprendizaje físico-técnico-táctico), sino que amplía la visión de objetivos al desarrollo personal y valórico, a través de la implementación de acciones concretas por parte de los educadores. Ellos deben tener un discurso coherente y orientado a despertar virtudes como el espíritu de equipo, la solidaridad, el respeto, la perseverancia, la cooperación y el juego limpio, ya que estas no vienen dadas por sí solas en el aprendizaje deportivo, dependiendo enormemente del educador y de su forma de enseñar.

Pareciera que implementar escuelas de iniciación deportiva con un enfoque pedagógico fuera sencillo, pero si observamos nuestro diario vivir, nos encontraremos con acciones enormemente individualistas, exageradamente competitivas, consumistas, de posesión de bienes y de gran desarraigo social. Estas acciones son captadas por nuestros pequeños quienes las absorben y reproducen al sentirlas como algo “normal”, pudiendo fácilmente filtrarse y precipitar el proceso deportivo.

Por lo tanto, los desafíos para este tipo de instituciones están en contar con profesionales idóneos para este complejo proceso de formación, que debe incluir aspectos técnicos y de formación personal, además de ser capaces de guiar las expectativas familiares para influir positivamente en el desarrollo de sus pequeños. De esta manera podremos apelar a formar una sociedad con mejores personas desde el deporte.

Pablo Luna Villouta

Académico de Pedagogía en Educación Física

Universidad San Sebastián

 

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