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Columnista

Aspectos psicológicos de la hospitalización infantil

Leslia Jorquera

Claudio Pardo

Psicólogo

por Leslia Jorquera

En términos generales, la hospitalización representa una experiencia en la que las personas tienden a percibirse como más vulnerables, al mismo tiempo en que aumenta el estrés producto de percibir que la integridad física se visualiza como amenazada.

Ahora, la infancia es una etapa del desarrollo humano que implica una gran vulnerabilidad ante las situaciones de estrés, debido a que la psique se encuentra en pleno proceso de formación y desarrollo. Muchas veces los niños tienen dificultades para lidiar con los temores al dolor, la incapacidad para comprender los procedimientos médicos, así como también con la ansiedad que le provoca la pérdida de sus rutinas y la posibilidad de distanciarse de sus padres y cuidadores.

Existe evidencia de que los niños más pequeños (entre los 6 meses y los 4 años de edad) con varias hospitalizaciones, corren el riesgo de presentar trastornos de conducta y dificultades de aprendizaje en la edad escolar e incluso en la adolescencia.

En los lactantes (0-2 años), la hospitalización podría provocar inquietud y alteración de los ritmos biológicos, llanto frecuente e inconsolable, problemas con las comidas, conducta regresiva (enuresis y encopresis en niños que ya habían logrado controlar sus esfínteres). Ellos son incapaces para comprender lo que está ocurriendo, pues hay una desorganización general frente al cambio de rutinas y ambientes familiares. Es fundamental la vinculación y permanencia con sus principales figuras de apego.

En los niños de edad preescolar (2-6 años), la hospitalización produce mucha tristeza y angustia. Es común el ánimo depresivo, pues ellos ya están más conectados con la realidad y entienden mejor el mundo que les rodea. En ellos, es más notorio el miedo a sufrir daños físicos, pues temen a lo desconocido y a la muerte.

En los escolares (6-12/13 años), las reacciones más comunes se asocian a la preocupación por la pérdida de la autonomía, la separación de su grupo de pares. Por otro lado, estos niños necesitan entender lo que está ocurriendo con ellos, por lo que requieren que se les expliquen las cosas y se les entregue información suficiente. Ellos/ temen a las repercusiones que pueda tener esta enfermedad en su vida. Pueden deprimirse.

En la adolescencia (12/13- 18 años), los miedos más relevantes se relacionan con la propia hospitalización, es decir, los procedimientos médicos (inyecciones, dolor, etc.) y las repercusiones de la enfermedad en su vida. No debemos olvidar además que los adolescentes se encuentran en un proceso de “búsqueda de identidad”, por lo que la hospitalización podría ser una fuente de ansiedad en relación con la sensación de pérdida de independencia, control o identidad. Ellos son capaces de entender las causas de la enfermedad e incluso explicarla, pero también están muy preocupados por la pérdida de intimidad y autonomía, o bien temen a no ser comprendidos, o que incluso, se les trate como un niño.

 

¿Qué ocurre con la familia del niño hospitalizado?

Se ha demostrado que la hospitalización infantil también repercute fuertemente en las dinámicas familiares. Es común que los cuidadores experimenten una sensación de “pérdida de control” frente a la situación, y el sufrimiento por la falta de información y por no saber cómo ayudar al niño hospitalizado.

El reconocimiento social del dolor, malestar y estrés que experimenta un niño al ser hospitalizado, como un sujeto de Derechos, ha llevado a que organismos como Unicef elaborara la “Carta de los Derechos del niño Hospitalizado”:

1. Derecho del RN a hacer apego al nacer y a permanecer con sus padres día y noche.

2. El niño hospitalizado tiene derecho a ser amamantado por su madre.

3. Todo niño hospitalizado tiene derecho a un nombre. Cada niño debe llevar una identificación y a ser llamado por su nombre.

4. El niño hospitalizado tiene derecho a que se considere la opción de evitar la inmovilización y en caso de no poder lograrlo, hacerlo de la manera más adecuada.

5. El niño hospitalizado tiene derecho a ser informado respecto a su enfermedad y la forma en que se realizará su tratamiento.

6. El niño hospitalizado tiene derecho a optar sobre alternativas que otorgue el tratamiento, según la situación lo permita.

7. El niño hospitalizado tiene derecho a ser escuchado acerca de su bienestar o malestar tanto físico como psicológico, respondiendo a sus inquietudes.

8. El niño hospitalizado tiene derecho a la privacidad.

9. Cualquier niño hospitalizado tiene derecho a jugar.

10. El niño hospitalizado tiene derecho a mantener contacto con todos aquellos con los cuales tenía vínculo, previo a la hospitalización.

11. Derecho a la educación (aula hospitalaria).

12. Los exámenes deben ser solicitados solamente si van a contribuir a un diagnóstico más preciso que implicará un cambio de conducta terapéutica.

13. El niño hospitalizado tiene derecho a un re-análisis respecto a permanecer hospitalizado.

A partir de lo anteriormente señalado, es importante que reflexionemos e intentemos cambiar nuestra mirada frente a la experiencia de hospitalización en la infancia, actuando siempre en torno al respeto por los derechos de todos nuestros niños y niñas.

Claudio Pardo

Psicólogo

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