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Columnista

Una mirada diferente en educación

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito.

por Leslia Jorquera

Una mirada diferente en educación

Cuando la escuela se lo propone es capaz de superar las circunstancias que condicionan el hecho educativo, donde el origen y condición desigual de sus alumnos constituye un desafío y no un obstáculo.

Una visión distinta al paradigma comúnmente aceptado, que considera al alumno como el portador de las condicionantes de origen, cultural o biológico que influyen en su aprendizaje, es la que sostiene el profesor e investigador de Flacso-Argentina Ricardo Baquero, en su visita a Chile, y que centra gran parte de la responsabilidad del fracaso estudiantil en la institución escolar.

Y, va más lejos.

Afirma que la escuela ha cometido una serie de estafas al acreditar niveles de conocimientos que el alumno no posee, aparte de no estar diseñada para atender la diversidad, asumiendo en el proceso de enseñanza un criterio de uniformidad en todos los estudiantes, asignando a su origen social la razón de su fracaso, cuando no es racionalmente posible interpretar de manera adecuada las causas del deficiente rendimiento escolar sin considerar el impacto que tiene la relación que se produce entre el alumno y la escuela.

En nuestra realidad educacional existen centros educativos que, con alumnos de menores recursos, han obtenido mejores resultados que establecimientos cuya población escolar cuenta con una mejor situación socioeconómica. En estos casos el efecto escuela, incluido sin ninguna duda el desempeño docente, explican los buenos resultados y no es siempre el origen de los alumnos la causa de un deficiente rendimiento escolar. La escuela ha sido capaz de superar esas barreras con creatividad, dedicación y esfuerzo compartido y de ello son ejemplo no pocos de sus alumnos que, superando sus condiciones sociales y económicas, le han torcido la mano al destino que se les había asignado desde la cuna.

Por eso, asumir, especialmente en el sistema público, que el fracaso escolar es producto casi exclusivo de variables externas que la escuela no puede controlar, es tener una mirada reduccionista del problema y que puede ser considerada hasta una excusa, resultando ser una de las causas que determinan, como una profecía autocumplida, que el proceso educativo no puede ser mejor mientras las condicionantes externas subsistan.

Cuando la escuela se lo propone es capaz de superar las circunstancias que condicionan el hecho educativo, donde el origen y condición desigual de sus alumnos constituye un desafío y no un obstáculo. Mejor aún, si en esta tarea se mejoran las condiciones en que se desarrolla el proceso de aprender y de enseñar y se cuenta con los recursos humanos y materiales necesarios que respondan al derecho y la dignidad de quienes se educan, así como de los profesionales que tienen la responsabilidad de educarlos.

Alejandro Mege Valdebenito.

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