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Columnista

Creer en la educación pública

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito.

por Leslia Jorquera

 Cuando la educación comenzó a ser considerada un bien de consumo, transable en el  mercado, donde cada uno compra el tipo de educación que puede, se diluyó el sentido humano del valor del otro: todo está bien mientras yo y los míos  estemos bien.

A estas alturas, en el confuso y contradictorio debate por la educación, queda patente la relativa importancia que, en la práctica, se le asigna al sistema público aún por quienes se definen sus partidarios ya que, estando con la educación pública desde el discurso, no participan de ella, ni contribuyen a mejorarla, darle el valor y la dignidad que se merece.

Está bien. Elegir la educación que se prefiere es un derecho y quienes están en condiciones de hacerlo lo usan legítimamente. El problema es que, por razones sociales, económicas, de creencias o de otro tipo, no todos tienen la misma posibilidad y la opción que les queda es la venida a menos educación pública, único recurso que tienen los sectores más vulnerables de nuestra sociedad  para alcanzar el desarrollo personal y colectivo, así como la paz social.

Cuando la educación comenzó a ser considerada un bien de consumo, transable en el  mercado, donde cada uno compra el tipo de educación que puede, se diluyó el sentido humano del valor del otro: todo está bien mientras yo y los míos  estemos bien. Así, para una parte de la sociedad, la educación pública es considerada el espacio educativo “de los otros”. Y, en esa postura se encuentran muchos de quienes subsisten del erario estatal y cumplen funciones en la educación pública, hecho que no logran comprender  las familias que educan a sus hijos en ella.

Es cierto. A nadie se le puede pedir que opte por una educación pública sólo por agradecimiento, lealtad o por principios, menos si  piensa que está velando por el futuro de los suyos. Sin embargo, cada posición en debate, sin actitudes agresivas e intransigentes, con ánimo constructivo y generoso, debe contribuir en la solución del problema de la educación pública si realmente se piensa en las niñas y niños que asisten a ella y en el daño que se les causa cuando no se les atiende y se limita la posibilidad  de construir su propio futuro. ¿Quién asume esa responsabilidad? ¿Acaso, los otros?

Pero si los otros son los alumnos que no paralizan, no protestan y no salen a la calle; si los otros son los padres sin los medios ni el estatus social para escoger la educación que quisieran para sus hijos, si los otros son quienes creyeron en las promesas de los que hacen las leyes para tener  una educación igualitaria que les permita la  movilidad social a la que tienen igual derecho, entonces resulta ser que los responsables del sistema público de Educación son los mismos que sufren sus consecuencias.

Los verdaderos responsables tienen la palabra.      

Alejandro Mege Valdebenito.

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