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El domingo 2 de febrero, el padre Gustavo Valencia celebró sus 35 años de sacerdocio. / cedida

El padre Gustavo Valencia celebró 35 años de sacerdocio: Una vida de fe, desafíos y servicio

por Claudia A. Fuentes Riveros

El ex párroco de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue trasladado en febrero del 2024 a Quintero, donde está a cargo de un colegio con más de 1.300 alumnos y de una institución del Cottolengo, que atiende a 26 adultos con discapacidad severa.


El 2 de febrero de 1990, el padre Gustavo Adrián Valencia Aguilera fue ordenado sacerdote en la capilla del Pequeño Cottolengo de Santiago. Sin embargo, su vida ha estado ligada desde mucho antes a la Iglesia. 

Alumno del colegio Don Orione, en la capital de Chile, se dedicó a estudiar para ser mecánico en máquina de herramientas, fue desde entonces que sus experiencias de su vida empezaron a formar la idea de lo que sería su vocación de vida.

En esta entrevista con La Tribuna, al cumplirse 35 años de orden sacerdotal, el padre Gustavo nos comparte sus experiencias, los retos que ha enfrentado, y su visión sobre el futuro de la Iglesia y la espiritualidad.

¿En qué momento decide ser sacerdote?

Desde muy niño, participé en las actividades de la parroquia en Cerrillos, primero como monaguillo y luego en la pastoral juvenil. Estaba en el colegio Don Orione cuando decidí ingresar al seminario. Como excepción, pude hacerlo cuando cursaba tercero medio, con apenas 16 años. Durante mis años en el colegio, viví la vida de un seminarista.

¿Cuál ha sido su mayor reto en estos 35 años de ministerio?

Durante este tiempo he debido enfrentar algunos desafíos. El primero fue vivir en Argentina entre los 17 y los 20 años, mientras realizaba mi noviciado y estudiaba filosofía. La lejanía de la familia fue difícil en aquellos tiempos, ya que las llamadas telefónicas eran caras y la correspondencia por carta era lenta. Luego, al convivir con religiosos mayores, mi forma de vivir la fe en mi juventud no siempre era comprendida, pero con el tiempo, esas diferencias fueron superadas.

¿Cómo ha visto cambiar la Iglesia y la sociedad en este tiempo?

Nací después del Concilio Vaticano II, por lo que no vi los grandes cambios en la Iglesia, como la misa en latín. Sin embargo, en los últimos años, bajo el liderazgo del Papa Francisco, hemos visto varios cambios necesarios que están impregnados de misericordia.  La vida de Iglesia es más sinodal (caminar juntos), hoy las comunidades vemos una activa participación de los laicos, y eso lo debemos a nuestro Papa.

¿Cuál ha sido la experiencia más gratificante o emotiva que ha tenido como sacerdote?

Recuerdo con cariño las experiencias vividas en Los Ángeles, donde aprendí a ser sacerdote, antes había sido director de escuelas y del Cottolengo en Santiago.

La vida de parroquia ha sido muy educadora, la relación cercana con los feligreses. También valoro mucho el trabajo en la Pastoral Social que fue un encargo que me dio Monseñor Felipe BAcarreza.  Formamos un equipo que dio respuesta a muchas necesidades de esos momentos, incendios e inundaciones, y el apoyo a los migrantes y personas en situación de calle.

Los Orionistas estamos por esencia, vinculados con los más vulnerables.

¿Cómo ha visto el poder de la oración y la fe en la vida de las personas?

Más que a nivel personal, he visto la vida de oración en los jóvenes de "Periodo Motivador" y en los matrimonios del Encuentro Matrimonial Mundial.

Las vigilias convocadas por el obispo nos reunieron en adoración, desde las 00:00 horas.  El poder de la oración y la comunidad produjo milagros, no de sanación pero si de comunión familiar.  Vimos como muchas familias se reencontraron en estas actividades.

¿Cómo ha sido su experiencia en Quintero y sus principales desafíos actuales?

En Quintero soy representante legal de un colegio de más de 1.300 alumnos, además soy el representante legal del Cottolengo que tiene 26 adultos con problemas mentales severos y algunas patologías de motricidad, también, gestionamos un Colegio Diferencial.

Después de algunos años retorné como Bombero de una Compañía de la que fui director hace 34 años y en la Diócesis estoy trabajando con la pastoral de migración, como ayuda temporal estamos vinculados con los damnificados de los incendio de principio del año pasado y que aún no tiene casas.

¿Qué rescata de su paso por Biobío y cuáles son los nexos que aún se mantienen con la zona?

Lo que rescato de mi paso por Biobío es los sentimientos de afectividad con las personas que viví, a todos los considero mis amigos, compartimos dolores y muchas alegrías.

Conozco a todos los miembros de la familia, salió una vocación religiosa y sacerdotal, Sebastián Vega que hoy se encuentra en Roma, terminando su formación para ser ordenado sacerdote, los nexos son permanentes, sigo conociendo sus avances, cuando los niños se gradúan, cuando fallece un ser querido, etc.  Diré como Pedro Casaldaliga "«Al final del camino me dirán: -¿Has vivido? ¿Has amado?  Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres.» los nombres tienen rostros.

¿Qué espera para el futuro de la Iglesia y su ministerio?

Espero que la Iglesia siga creciendo en misericordia, como lo invita el Papa Francisco con su lema "Miserando atque eligendo" (Lo miró con misericordia y lo eligió). Mi deseo es seguir siendo un instrumento de esa misericordia que siga mostrando el cielo y no el infierno para la conversión, el mundo está plagado de buenas personas.

¿Qué mensaje le gustaría transmitir a las personas que lo rodean y a la comunidad en general?

Es un mensaje muy sencillo: que vean el valor del diálogo y que, por un momento, dejemos de lado el celular. Hoy, es más bonito comunicarse con quien está al frente que con una red social. Vale la pena vivir con el que está al lado.

¿Qué reflexión le gustaría compartir con aquellos que están pensando en el camino del sacerdocio?

Cuando rezo pido por las vocaciones religiosas y sacerdotales.  En el evangelio hay una parábola de la mujer que pierde una moneda y que cuando la encuentra llama a las vecinas para contarles, con alegría, que la encontró.

Yo he encontrado la felicidad y es por ello que con alegría quisiera que algunos también la encuentren, he encontrado la felicidad en estos 35 años.

¿Cómo cree que la fe y la espiritualidad pueden influir en la vida de las personas?

En filosofía se habla de lo accidental y lo esencial. La fe y la espiritualidad son esenciales para la vida del ser humano. Muchos buscan respuestas en nuevas religiones o meditaciones, pero en nuestra Iglesia encontramos momentos de adoración y contemplación que rejuvenecen el alma. Como dijo Karl Rahner: "El cristianismo del siglo XXI será místico o no será".

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