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La Tribuna

Trabajando en el cementerio general una florista pudo educar a sus hijos

por Nicolas Irribarra Irribarra

Marina Concepción, es el nombre de una mujer de esfuerzo, que refleja la realidad de cientos de angelinos. Llegó buscando una oportunidad, y la encontró.

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Para muchos, trabajar en un cementerio es sinónimo de algo paranormal u oscuro. La verdad es que en la gran mayoría de los casos la respuesta es 100% más simple. Es gente que llega con ilusión y ñeque para sacar adelante a sus familias.

Usualmente son familias de escasos recursos que, en la búsqueda de una alternativa de trabajo, recurren a todo el ingenio para sustentar las necesidades más básicas del ser humano. Ése es el caso de Marina Concepción, florista del cementerio general de Los Ángeles. Lleva 40 años dedicados al rubro y al cementerio. Es divorciada y tiene 62 años. Su historia no es singular, refleja la realidad de miles de chilenos, pero siempre es bueno recordar que, alguno de los nuestros debe luchar el doble que otros porque no goza de las oportunidades de los más acomodados.

Si buscas una historia de ultratumba, no estás en la página correcta, aquí encontrarás la historia real de una mujer de esfuerzo, que con su trabajo educó a sus hijos, y dio de comer a su familia.

Cuando fue consultada sobre cómo llegó a trabajar al cementerio, destacó que eran pocos los que estaban instalados en el lugar, pero son, igualmente, pocos los que han permanecido durante años en el mismo lugar.

“Se nos ocurrió a nosotros instalarnos con un local fuera del cementerio, veníamos con unos tarritos, pocas flores y nos pusimos a vender, además venía poca gente. Después fuimos creciendo y creciendo hasta que ahora tenemos mucha mercadería”, comentó.

A pesar de no estar sola en las afueras del campo santo, destaca que la realidad era igual en todos los ‘locales’.

“Habían otras personas que también venían con tarritos. La diferencia es que yo solo me he dedicado a este rubro, en este lugar. Nunca he salido del cementerio, siempre he vendido flores aquí”, explicó.

Como buscar una aguja en un pajar. Igual de difícil es determinar cuántos ramos se venden durante un día, así lo señala la señora Marina.

“No sé, nunca tomo en cuenta eso. No sé cuantos ramos será, no llevo la cuenta”.

Con cuarenta años de trayectoria como florista, son más que suficientes para convertirse en un ejemplo de esfuerzo, particularmente, para sus hijos. Así lo consideraron y hoy en día son profesionales.

“Tengo dos hijos. Los pude educar en la universidad, y así mi hija es bióloga marina, y mi hijo es ingeniero mecánico. Ellos trabajan y tienen sus cosas”, señaló.

¿ESTÁ CONTENTA CON SU TRABAJO?

Hay muchas personas, no solo en Los Ángeles, sino que a lo largo y ancho del país, que no hacen lo que les gusta. La frustración, para muchos, es más grande que la sensación de satisfacción que puede tener cada fin de mes cuando reciben su pago.

A pesar de ser un trabajo que requiere dedicación, para Marina Concepción es todo un agrado.

“Me gusta todo de mi trabajo, vender las flores, arreglarlas, abrirlas y cerrarlas. Por mi trabajo yo tengo mis cosas. Eduqué mis hijos con este negocio, tengo mi casa y vivo bien”, remarcó.

Además, tiene clara la película de cuántas flores tiene, lo que explicó de la siguiente forma.

“En estos momentos tengo dos cajas de claveles, que significan 30 paquetes, y de lo otro hay 60 paquetes más. Todas las cajas traen la misma cantidad de flores y paquetes”, dijo.

Estar siempre en el mismo lugar puede aburrir, algo que a esta florista no le afecta. Pero el trabajo tiene sacrificio, algo que no le impide desarrollar su rubro.

“El frío, a veces no llegan flores, no llega lo que uno quiere, pero igual estamos con lo que necesitamos. ¿El sacrificio? Bueno, como todo trabajo. Uno se acostumbra, pero solo el frío es lo peor, pero cuando llueve no es tanto”.

Finalmente, confiesa tener buena relación con los clientes, y que estos han sido atentos con ella, por lo que hay reciprocidad en la buena voluntad.

“Toda la gente es amable, es buena, y nosotros igual tenemos que tener buen carácter para ellos. Siempre me he congeniado bien con todos”, cerró la esforzada florista del cementerio general de Los Ángeles.

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