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La Tribuna

Atrapado en el fuego cruzado: crudo relato de transportista maniatado y amenazado de muerte

por Juan Villalobos

Bajado a la fuerza de su vehículo, golpeado y rociado con bencina. Así comienza la historia anónima de un transportista que viajaba desde la región de Los Lagos hasta La Araucanía, en lo que parecía ser una jornada más de trabajo.

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En el siguiente relató se omitirán fechas y el nombre de la víctima para proteger su integridad.

Me dirigí como es habitual en dirección a la novena región, a realizar entregas. Al ingresar de norte a sur en la zona de Metrenco me encontré con un grupo de más de 15 encapuchados todos armados, con rifles y escopetas de diversos calibres, quienes me cortaron el paso.

Así iniciaron los minutos más largos del transportista, quien junto a su acompañarte fue obligado a bajar del vehículo en que se movilizaban, nos golpearon y dejaron tendidos en el asfalto mientras rociaban las puertas con bencina y amenazaban con matarnos y quemarnos.

DESDE LA VIVENCIA

En ese momento me invadió la frustración, me iban a matar. Pero ¿matarme por qué?, ¿a título de qué?, no he hecho nada malo por la mierda!. Llego a las dos de la mañana a mi casa, trabajo todos los días, manejo 15 mil kilometros mensuales, ¿y me van a matar porque simplemente me encuentro en el fuego cruzado?.

Debido a mi desesperación y gritos nuestros captores dejaron ir a mi acompañante, seguí encañonado con mi cara hacia el suelo junto a la escopeta en mi cabeza y una bota en la espada. Fueron minutos que se sintieron como horas. Solo escuchaba gritos mientras presuntamente revisaban el contenido de mi carga.

Me levantaron a patadas y me hicieron subir de nuevo al vehículo, el olor a bencina era insoportable, un crudo escenario junto a los vidrios quebrados e incluso marcas de perdigones en la puerta ya que nos dispararon de lejos para lograr detenernos.

Junto a mi acompañante fuimos subidos nuevamente a golpes ya que según gritaban estábamos limpios.

Luego de emprender nuevamente el rumbo, partí manejando lentamente, la situación aún me mantenía paralizado. Miré por el espejo retrovisor y vi que el grupo de encapuchados se disponía a detener un camión, perteneciente a un reconocido supermercado de la novena región, que venía cargado con frutas y verduras.

Bajaron a la fuerza a su chofer y comenzaron a quemar todo el vehículo. Fue una angustia terrible ver a otro chofer que solo estaba haciendo su trabajo en el piso, siendo apuntado y no poder ayudarlo, porque si volvía de seguro nos iban a disparar.

Nos alejamos sabiendo que había otra persona que lo estaba pasando peor, sin plata sin documentos ya que obviamente todas sus pertenencias estaban en su camión, su fuente de trabajo, la cual estaba siendo consumida por las llamas.

INCERTIDUMBRE

Con desesperación buscamos un potrero queríamos llegar a un campo lo más lejos posible de aquella parte de la ruta. Sintiéndonos seguros esperamos que llegara la Policía de Investigaciones junto a Carabineros, esto fue alrededor de las 20:40 horas, nos dieron las cuatro de la mañana, entre las pericias que debimos seguir.

Constatamos lesiones, tenía marcas de los culatazos recibidos y las patadas en mi espalda.

Como transportista, este es mi trabajo mantengo a mi familia. Hasta ahora tengo dando vueltas en mi mente la pregunta, ¿cómo lo hago para atender la novena región? ¿cómo lo voy a hacer para llevar la mercadería?. Es mi trabajo, ahora tengo miedo, este no se va de mi lado, tampoco sé en verdad que va a pasar cuando deba conducir, si volveré a mi casa, no soy una persona acostumbrada a vivir en una guerra, no ando armado. Como trabajador no me siento respaldado de ninguna manera. De verdad lo encuentro muy injusto. Si esto es un problema político el resto de los chilenos nos tenemos porqué dejar de trabajar tampoco no vivir en paz. Lo único que pido y que muchos más en mi situación sienten, es que nos dejen trabajar.

Cuando me pasó esto de verdad pensé que me matarían, ruego porque nadie más tenga que pasar por algo así en Chile.

El grupo de encapuchados estaba enajenado, todos estaban fuera de control, en cualquier momento sentía que iban a disparar, incluso sin querer.

CONTEXTO

El conflicto en La Araucanía no ha cesado por décadas y nuevamente ha subido de intensidad. Hace una semana, cinco municipios de la región fueron tomados consecutivamente por comunidades mapuche: además de Curacautín, Traiguén y Ercilla, los de Victoria y Collipulli, una localidad donde hoy los incidentes continuaban. Las ocupaciones de los edificios públicos se produjeron en apoyo a la huelgas de hambre del machi Celestino Córdova, que hace casi 90 días comenzó la protesta desde la cárcel de Temuco, porque los tribunales han rechazado la revisión de las medidas cautelares y de prisión para que pueda cumplir parte de su pena -seis meses- en un lugar sagrado de su comunidad.

Cabe destacar que las ocupaciones de las municipalidades se produjeron también en respaldo a los 20 mapuches arrestados en la cárcel de las localidades de Lebu y Angol, que han pedido sin éxito beneficios para cumplir su prisión en épocas de pandemia y que comenzaron la huelga de hambre el mismo día que Córdova, que actualmente está ingresado en un hospital por su delicado estado de salud.

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