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Un milagro en Quilleco

por La Tribuna

Quilleco / Archivo / La Tribuna

El reciente reconocimiento por parte del Vaticano de un milagro ocurrido en la localidad de Quilleco se debe considerar un hito importante, no solo para la comunidad católica de la zona sino también para la Iglesia en general. La curación inexplicable de Audelia Parra, una mujer campesina que ahora tiene más de 81 años, atribuido a la intercesión de la beata Vicenza María Poloni, es ahora la desencadenante de su canonización. Este hecho, cargado de espiritualidad, conecta la vida cotidiana de un rincón rural de Chile con una tradición milenaria de fe y esperanza. 

En un contexto global de escepticismo y desapego hacia las creencias religiosas, eventos de este tipo adquieren una dimensión diferente, un valor mucho más profundo. La posibilidad de que una experiencia en nuestra zona contribuya al reconocimiento de la santidad en una figura internacional releva la importancia de la fe en un mundo que a menudo prioriza lo material por sobre lo espiritual. La historia de Audelia Parra y su familia es un testimonio vivo de cómo la fe puede trascender las adversidades más extremas, inspirando a creyentes y no creyentes por igual. 

Vicenza María Poloni fue la fundadora del Instituto de las Hermanas de la Misericordia, que dedicó su vida a los más vulnerables, convirtiéndose en un ejemplo tangible de genuino amor cristiano. La misión de las Hermanas en Quilleco, aunque breve, dejó una huella imperecedera que fomentó una espiritualidad en la comunidad católica.

Este acontecimiento también se suma a otros procesos de beatificación en curso en nuestra provincia, como los del padre español Juan Pedro Mayoral en la localidad de Rere, y del obispo Adolfo Rodríguez, ambos reconocidos como siervos de Dios. Estos casos muestran nuestra herencia espiritual, siendo recordatorio a los fieles que la santidad no es un ideal inalcanzable, sino una posibilidad real que se manifiesta en quienes viven su fe con compromiso y entrega. 

El sacerdote Álvaro Martínez, nieto de Audelia Parra, expresó con elocuencia lo que este milagro significa para la Iglesia: un recordatorio de que Dios sigue obrando en la historia humana. Su testimonio no solo es un acto de gratitud, sino también una invitación a reflexionar sobre la trascendencia de la fe en tiempos de incertidumbre. 

En una época marcada por el individualismo y el desencanto, la canonización de Vicenza María Poloni y el reconocimiento de otros procesos de santidad sirven para motivar a la comunidad católica. No se trata solo de un reconocimiento formal por parte del Vaticano, sino de una oportunidad para renovar el compromiso con los valores que definen la fe cristiana: la esperanza, la caridad y la misericordia. 

Por lo mismo, este milagro en Quilleco no es solo un evento local, sino un signo de la universalidad de la Iglesia y su capacidad para conectar lo divino con lo cotidiano. En una pequeña localidad campesina, la acción divina ha dejado una huella que trasciende fronteras, recordándonos que, incluso en el rincón más apartado, la fe puede mover montañas. 

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