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La Tribuna

Tan lejos, tan cerca

por Constanza Reyes

Foto editorial CRF /

A miles de kilómetros de Chile, en Minneapolis, Estados Unidos, fuimos testigos, a través de imágenes, de la muerte de George Floyd, a manos de un policía, quien no quiso escuchar la plegaria I canu2019t breathe, y hundió su rodilla en el cuello del hombre hasta dejarlo sin vida.

El mundo entero se ha conmovido a causa del asesinato que afectó al afroestadounidense de 46 años, quien murió esposado, boca abajo, en el suelo, tras el reporte de un billete falso de 20 dólares en una tienda de comestibles.

Arde la localidad de Minnesota ante la injusticia, cientos han salido a la calle en la nación norteamericana, para manifestar su repudio ante el hecho que demuestra la discriminación racial, los prejuicios, y la brutalidad con que la policía, avalada por sus autoridades, actúa en contra de la población negra.

Por ahora nada asegura el fin de una ola de protestas, y la incesante vigilia se viven en el lugar donde murió Floyd, quién -sin duda- pasará a la historia, tristemente, luego que se le arrebatara la vida.

Nadie ha quedado indiferente a este hecho, pero el abuso y la humillación también se viven en nuestra provincia, en la comuna de Los Ángeles, donde el número de inmigrantes es alto, y diariamente deben lidiar con la falta de oportunidades, las carencias económicas, y la prepotencia de algunos.

Jean Rebu es haitiano. Anoche regresó de Santiago, hasta donde fue a comprar productos alimenticios para comercializar entre sus compatriotas. Al bajarse del bus, en el Terminal Rodoviario, el chofer de la máquina no percibió su carga y la arrolló.

Según testigos, tras darse cuenta de lo sucedido, pasó nuevamente sobre la caja con latas, sacos y botellas, y otra vez la aplastó, dañando lo que aún quedaba de ella. Al menos una cuadra corrió Jean Rebu para alcanzar al conductor y pedirle que respondiera, pero su esfuerzo fue en vano. Humillado, volvió por lo que quedó de sus pertenencias, y junto a quienes presenciaron lo ocurrido dejó constancia en Carabineros.

Un grupo de personas lo ayudó, en especial un taxista, quien lo llevó de regreso a su casa, se encargó de hacer público lo sucedido, y más personas se enteraron del episodio, lo que permitió que la empresa de buses pidiera disculpas y repusiera lo dañado.

Pese a lo ocurrido, Jean Rebu se encontraba de buen ánimo y agradecido. Y es que las acciones solidarias que muchos angelinos están actualmente emprendiendo en favor de los inmigrantes le entregan algo de esperanza.

Algunos entregando cajas de mercadería, otros con apoyo en dinero o tejiendo frazadas, cada uno, a su manera, puede aportar de forma concreta a disminuir en algo la brecha que está ahí, presente, y que hoy se hace más visible que nunca.

En tiempos de coronavirus, donde el mañana es tan incierto, compartamos hoy lo mucho o lo poco que podamos tener, especialmente con quienes luchan no sólo con la distancia física, si no también geográfica. No queremos más George Floyd, pero tampoco Jean Rebu, porque nadie merece perder la vida en esas circunstancias, pero tampoco la dignidad.

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