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La Tribuna

El factor humano de la sequía

por Prensa La Tribuna

La sequía se ha transformado en un problema político, pero no sus causas. No todos los orígenes de la escasez hídrica son naturales. El desecamiento de la tierra también puede ser provocado por la acción del hombre.

La actual

calamidad es la concreción de un desastre anunciado. Las advertencias no

escasearon. Geógrafos, climatólogos y ecólogos lo venían anticipando desde hace

décadas. Sus palabras cayeron en oídos taponados por mezquinos intereses.

Los grupos

ecologistas se ensañan con las compañías mineras. Pero la minería no es,

actualmente, la causante de la aridez. Las faenas mineras deben cumplir con

ciertas exigencias ambientales mínimas; no así las labores agrícolas y de

pastoreo. Los ambientalistas no advierten que una de las causas humanas del

proceso de desertificación es la histórica sobrepoblación de caprinos en el

Norte Chico.

El Estado no ha

hecho nada por limitar dicha sobrepoblación. Por el contrario, los crianceros

durante tres décadas han sido beneficiados con regalías y asignaciones de

dinero estatal.

La organización

más compleja que ha creado el hombre para contener y prevenir los males es el

Estado. Pero en el caso de Chile, quienes gestionan el Estado (los políticos)

no han hecho nada por mantener a raya el mal que deseca la vida. Por el

contrario, lo han radicalizado. Los políticos de la región de Coquimbo tienen

una dosis de culpabilidad en el deterioro del medio ambiente, en el avance de

la desertificación y, finalmente, en los daños que está causando la falta de

agua.

Los políticos

son responsables de las buenas políticas públicas que conciben, gestionan y

ejecutan. Pero son culpables de las omisiones, descuidos y malas decisiones que

toman. Puesto que las decisiones políticas tienen un carácter vinculante, una

mala decisión tiene un potencial de devastación gigantesco; debido al número de

personas (no solo las que están vivas, también las que están por nacer) a las

cuales puede afectar la insensatez o la torpeza de los políticos.

En una sociedad

que se precia de tener juicio político, la discusión también debería girar en

torno a la culpabilidad de quienes contribuyeron a radicalizar las causas no

naturales de la sequía.

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