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La Tribuna

Falta algo&

por Cristian Delgadillo Rosales

El centralismo ha generado que las posibilidades laborales en una urbe grande sean superiores a las que brindan ciudades pequeñas o pueblos. Y, lo que es más grave, este fenómeno social está destruyendo la identidad y la cultura de una zona rica en tradiciones.

Los Ángeles es una ciudad claramente maravillosa, centro de operaciones para quien quiera llegar a conocer otras comunas de la provincia cargadas de naturaleza, áreas verdes y culturas ancestrales, entre otros. Los que hacen un alto en esta zona y se adentran en sus espacios, podrán descubrir un mundo rural marcado por sus tradiciones, una ciudad consolidada, parajes turísticos y una vida familiar envidiable.

Sin embargo, hay una característica que derriba todo lo bueno que esta ciudad tiene y es que la mayoría de los jóvenes opta por irse de la ciudad ante la friolera de oportunidades.

Si hacemos un análisis, y sin necesidad de tener a la mano antecedentes exactos, inmediatamente nos damos cuenta de la simple realidad: las casas de estudios locales son las únicas que logran retener una parte de los jóvenes, pero no hay absolutamente nada más, o pareciera que así es.

La capital de la provincia de Bío Bío se está perdiendo una buena oportunidad: renovarse junto con su gente.

Pareciera que Concepción, Temuco o Santiago tienen una oferta interesante para que nuestra gente pueda surgir.

Si bien las cifras indican que la ciudad tiene cerca de 190 mil habitantes, la falta de oportunidades, la cesantía y la exigua oferta de actividades no parecen alentadoras para que las nuevas generaciones opten por arraigarse en su territorio.

De la misma manera, ¿recuerda usted, estimado lector, que alguna vez se haya realizado en Los Ángeles algún programa importante del Injuv (Instituto Nacional de la Juventud) con el fin de apoyar a las nuevas generaciones? ¿Conoce alguien alguna iniciativa de gobierno que incentive a los jóvenes a desarrollar emprendimientos en sus zonas? ¿Tienen acceso a sueldos dignos los profesionales y técnicos en medio de tan miserable oferta laboral?

La maravillosa ciudad de Los Ángeles está envejeciendo y la responsabilidad de esto no es sólo de las autoridades, sino también del mundo privado que no ha desarrollado los espacios necesarios para que la capital de Bío Bío sea un lugar atractivo.

Hoy, el centralismo ha generado que las posibilidades laborales en una urbe grande sean superiores a las que brindan ciudades pequeñas o pueblos. Y, lo que es más grave, este fenómeno social está destruyendo la identidad y la cultura de una zona rica en tradiciones.

Así las cosas, la histórica migración del campo a la ciudad ha devenido en un éxodo de ciudad pequeña a grande, mientras los últimos gobiernos democráticos parecieran tener una venda en los ojos, pues siguen privilegiando la concentración demográfica en vez de generar verdaderas oportunidades en regiones.

No todo son obras sociales, no todo es apoyo a las personas vulnerables (que está muy bien que se haga). El problema es que hay un grupo de personas olvidadas que, al quedarse en Los Ángeles, sólo pueden acceder a la frustración, sin que alguien esté interesado en dar un revés a este comportamiento absurdo y equivocado.

Mientras los políticos se ponen de acuerdo quién de ellos ha cometido el peor error, en Los Ángeles, tal como se expresa al final de El conde de Montecristo, sólo queda confiar y esperar.

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