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La Tribuna

En medio de la lluvia fue despedido el fotógrafo de la Plaza de Armas

por Benjamín Ahumada

Una tarde oscura fue el marco del adiós que los angelinos brindaron a Carlos Fernández, el hombre que con su cámara y su caballo de madera retrató parte de la historia de nuestra ciudad.

Fotografo /

Corrían

los últimos días de septiembre cuando La Tribuna logró convencer a

Carlos Fernández para que nos diera una entrevista, no sabíamos que

sería la última de su vida.

A

sus poco más de 80 años y ya cansado, El fotógrafo, como

será recordado en la ciudad, dejó de existir el pasado fin de

semana y sus restos fueron despedidos la tarde de este lunes en el

Cementerio General.

Enfermo y sin posibilidad de trabajar, conversó con el Diario de La Provincia para relatar lo difícil que se le hacía continuar con la labor que desarrolló durante décadas.

En sus últimas palabras se despidió de todos, para eso usó estas páginas, también para recordar que unos de sus hobbies era trabajar: desde niño siempre me ha gustado trabajar, fui vendedor de diarios, lustrabotas y otras cosas más. Me reconocen por ser fotógrafo desde 1900, junto a mi caballo retratamos a muchas personas, nunca le puse un nombre, pero guardamos valiosos recuerdos.

Sus fondos no alcanzaban para costear sus remedios, como persona de la tercera edad seguía luchando con el poco dinero que tenía y con lo que lograba juntar con las últimas fotografías que tomaba en la Plaza de Armas de Los Ángeles.

Testigo

mudo del crecimiento de la ciudad, Carlos Fernández tomó palco, un

lugar preferencial si gusta, para ver a sus habitantes, tomando fotos

a niños que atesoran esa placa hasta hoy. Hoy que el flash se apagó

y que el tiempo y el diafragma se unieron en cero, para retratar su

partida.

Su cortejo pasó por la plaza, seguramente lo pidió, porque no estaba solo, quienes le acompañaban se dieron el tiempo para recordarlo y mostrarle Los Ángeles, tal cual una tarde de invierno, pero es primavera y renace la vida.

En su entrevista, Carlos Fernández dio cuenta de su deseo de vender sus cosas, necesitaba sus remedios y no le alcanzaba, su pensamiento era que con un poco de dinero podría comprarlos y vivir sus últimos días un poco mejor.

Esto vendo, no quiero cobrar caro, pero sólo deseo recuperar lo que invertí. Con ella he sacado decenas de imágenes y siempre la gente se iba feliz, relató el artista.

Quiso

vender sus cosas, pero lo hizo a un precio justo y sin negociar,

buscó a alguien que entendiera el valor de lo que se transaba:

Pretendo hacer este negocio como corresponde, estoy buscando a

alguien que sepa lo que está comprando, que para mí significó

mucho. Un trabajo, un oficio y, con ello, muchas alegrías.

Carlos

Fernández se fue en paz, en su adiós estaba su caballo, la familia

y algunos familiares cercanos.

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