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La Tribuna

Drácula (2025): " El pretencioso Drácula kitsch de Luc Besson "

por Prensa La Tribuna

crítica cine / contexto

Ficha técnica: 

Dirección: Luc Besson

Guión: Luc Besson

Música: Danny Elfman

País: Francia

Duración: 129 min.

Productora: EuropaCorp

Sinopsis:

En esta nueva versión del mito vampírico, el Conde Drácula, interpretado por Caleb Landry Jones, abandona su castillo en los Cárpatos para seguir la huella de un amor perdido que se reencarna en Mina. La historia conserva los trazos esenciales de la novela de Bram Stoker, pero Besson reinterpreta el enfrentamiento central: ya no hay un Van Helsing erudito, sino un sacerdote errante, interpretado por Christoph Waltz, que persigue al vampiro buscando redención. Entre persecuciones, pasiones prohibidas y la eterna lucha entre deseo y condena, Drácula (2025) se erige como un relato de amor sacrílego y gótico.

Análisis:

Dirigida por el cineasta francés Luc Besson (Léon, 1994), Drácula (2025) se presenta como un drama gótico que privilegia la dimensión romántica del mito por sobre el terror puro. El conde aparece como un ser frágil y devastador a la vez, cuya motivación principal no es la sed de sangre, sino la obsesión por un amor perdido. En este gesto, la película se sitúa en la línea de la célebre versión de Francis Ford Coppola (1992), aunque con un ritmo más moderno y estilizado que, por momentos, roza la ridiculez.

La cinematografía constituye uno de los puntos más sólidos del filme: imágenes barrocas y saturadas contrastan entre lo sombrío de los castillos y la luminosidad de los espacios urbanos. El diseño visual bordea lo kitsch, evocando tanto el exceso teatral como la estética del cómic gótico. La música refuerza este carácter operático, aportando dramatismo y melancolía en un relato permanentemente exagerado. Algo similar ocurre con el guion, que entrelaza humor oscuro, erotismo y violencia estilizada, aunque con una evidente falta de cohesión y una excesiva dependencia de referencias previas, en especial de la versión de Coppola.

El sacerdote cazador interpretado por Christoph Waltz añade intensidad dramática, aunque su presencia se diluye en medio de la sobrecarga estética. Aun así, el filme alcanza su mayor mérito en la construcción de un romance maldito, con fuerza visual y una química convincente entre los protagonistas.

Sin embargo, la ambigüedad tonal —oscilando entre melodrama, sátira y terror— termina debilitando la consistencia del conjunto. En definitiva, Drácula (2025) es un film desbordado y desigual, pero también apasionado: una declaración de amor al mito vampírico desde la mirada romántica de Besson. Su potencia visual y su apuesta por el amor trágico convierten la experiencia en un espectáculo fascinante para algunos, excesivo para otros, pero imposible de ignorar.

Crítica de cine por:

Leonardo A. Ramiro Reyes

Diplomado en Cine e Historia

@leoramiro

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