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La Tribuna
Columnista

Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia

Jorge Cordero

Núcleo de Humanidades y Ciencias Sociales (Faro UDD)
Universidad del Desarrollo

por Jorge Cordero

Durante esta semana se celebró en nuestro país la cumbre llamada "Democracia Siempre", con la participación de los presidentes de Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y España. Varias cosas se podrían criticar al respecto, como la "incongruencia" de algunos mandatarios y su relación con el acontecer regional. En ese sentido, conocida es la ambigüedad, por ejemplo, con que el presidente Lula o Gustavo Petro abordaron el fraude electoral en Venezuela. Sin embargo, bien podría comentarse otro aspecto implícito del encuentro y que quizás ha sido menos explorado, pero que resuena cada cierto tiempo en la retórica progresista: la idea de que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.

¿Es efectivo que ante problemas la democracia requiera a priori más democracia? Idea señalada en el primer comunicado que se publicó por los mandatarios. ¿Deberíamos elegir, entonces, democracia "siempre"?

Una respuesta apresurada del lector podría sostener un "sí" rotundo a estas dos preguntas, como si fuese un tema de "sentido común" —más en un país que debió lidiar con un quiebre democrático—. No obstante, el tema en realidad es más complejo, pues la democracia no necesariamente necesita "más democracia". En varios sentidos esto puede llegar a ser problemático. Un ejemplo ilustrativo es el caso de México y su reforma al poder judicial para escoger a jueces por medio de elecciones. El resultado de esta reforma terminó con una Suprema Corte controlada por el partido de gobierno, socavando así la separación de poderes.

Por otra parte, y aquí radica lo más importante de la crítica, bien cabría señalar que la democracia, de hecho, necesita de instituciones "no democráticas" para funcionar.

Este planteamiento no es en realidad novedoso, ya que varios pensadores como Ernst-Wolfgang Böckenförde —jurista y filósofo alemán— o incluso Alexis de Tocqueville, han hablado sobre que existen fundamentos prepolíticos que la democracia liberal no es capaz de generar por sí misma. Es decir, que no se forman democráticamente. ¿En qué sentido podríamos afirmar, entonces, lo señalado?

La democracia necesita de una base ética, cultural y social que no proviene del voto ni de los procedimientos democráticos, sino de fuentes anteriores y, en muchos casos, "no democráticas". Estas condiciones prepolíticas incluyen un mínimo de virtud cívica, responsabilidad individual, confianza interpersonal y sentido de pertenencia a una comunidad política —elementos que existen desde mucho antes de que tuviésemos democracias en su definición moderna—. Tales disposiciones no emergen automáticamente de instituciones democráticas, sino que suelen ser transmitidas por otro tipo de instituciones que, paradójicamente, son fundamentales para alcanzar una democracia saludable.

La familia, por ejemplo, fundada en una autoridad natural y asimétrica que no sigue un principio de igualdad en la toma de decisiones, corresponde al lugar donde se forman las primeras nociones de autocontrol, responsabilidad, respeto por el otro, reconocimiento de límites y afecto por una comunidad concreta. Otros ejemplos podrían observarse en las comunidades religiosas, la educación moral, e incluso ciertas tradiciones culturales y simbólicas que escapan al debate político cotidiano.

¿Democracia siempre? Quizás no.

Jorge Cordero

Núcleo de Humanidades y Ciencias Sociales (Faro UDD)

Universidad del Desarrollo

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