Son muchas las instituciones privadas y públicas que dentro de sus declaraciones de principios proclaman la defensa irrestricta y promoción directa de los derechos humanos, los que hunden su fundamento más profundo en la dignidad que todas las personas tenemos solo por el hecho de pertenecer a la misma especie. Una dignidad inalienable, incorruptible, tesoro que se debe preservar y promover como la base de garantía para convivir inclusivamente, entendiéndonos como hermanos/as y no como competidores los unos con los otros, promoviendo de esta manera una cierta fraternidad universal.

Este principio suena casi irrisorio cuando vemos el genocidio que está ocurriendo en estos momentos en la franja de Gaza. Han muerto más de 54.000 personas, de las cuales un tercio de ellas son niños/as. ¡Se están bombardeando escuelas, hospitales, refugios, barrios residenciales en donde el objetivo de guerra son personas! ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI siga pasando que se exterminan a las personas que conforman una nación solo por imponer una idea unilateralmente? ¿Cómo es posible que, dadas fundamentales y reales condiciones políticas internas, externas y multilaterales, nada pare este exterminio?

Muchos/as podrán incluso decir que acá existe un conflicto que no es unilateral. Incluso si se pusiera en duda la unilateralidad del conflicto, es indudable que nada justifica la crueldad de la cual estamos siendo testigos. Nada justifica dejar a un niño/a morir de hambre, exterminar a familias completas, mutilar personas, hacer desaparecer un pueblo. Nada justifica la barbarie de la cual estamos siendo testigos, más aún en una cierta indiferencia por lo lejos que nos queda este conflicto, siendo que es muy cercano. El sufrimiento de tantos y tantas nos debiera pesar como un grito al cielo porque son hermanos y hermanas, seres humanos que sufren el dolor del drama.

Creo que ya pasó el tiempo de la condena, de las restricciones y de los bloqueos. Ninguna de estas acciones causó efecto alguno en el fondo de este tema. Tenemos que entrar en la etapa de la acción concreta. Es por esto que sería muy crucial que todas las instituciones que promueven la dignidad del ser humano en cada una de sus especificidades propongan una agenda de acciones concretas que vayan en la línea de ayudar humanitariamente al pueblo palestino y en la fundamental construcción de caminos de solución de este genocidio.

Esto tiene que parar ya.

Christian Guzmán Verdugo

Subdirector de Formación e Identidad Santo Tomás