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Columnista

León XIV... y la civilización cristiana

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

Comentábamos por este mismo medio, la semana pasada, la grandeza universal que constituyó el funeral del Papa Francisco. ¿Habrá habido en nuestra historia humana otro acto mortuorio en que participen 85 estados, representativos de todos los territorios de nuestro planeta?  Exponíamos en esa ocasión, que la manifestación de la civilización occidental se expresaba en la plenitud de su existencia, destacando su fortaleza planetaria y la Iglesia Católica, dando examen mundial de tal hecho como responsable primaria de su existencia. Volvía a recordar el diario Le Monde que, en un libro editado por ellos mismos, profetizaba que "en el año 2050, el 75% de la humanidad será cristiana".

Lo anterior, ya magnífico, no fue suficiente para constituir en admiración mundial dicha despedida de Francisco.  

Faltaba otro acto universal: el nuevo Papa. Y llegó rápido, sin demora. Hubo cuatro votaciones nada más, y era elegido León XlV. ¿Era una elección más del papado romano? Pareciera que, recordando elecciones anteriores, todas ellas de notable interés mundial, esta sería igual. Sin embargo, ocurrió un fenómeno que modificó cualquier otra visión electoral vaticana que podíamos tener: el Papa elegido "le cayó bien al mundo entero". No hubo ninguna otra opinión que no fuera la manifestación de alegría. Él mismo, Su Santidad, salía al balcón en silencio, con aplomo, mirando a esa multitud que gritaba su nombre, levantaba banderas y esperaba ansiosa su primer saludo.

Y así fue. En italiano y luego en español. Recordaba su Chiclayo con cariño y reconocimiento de la bondad de su gente. Y comienza la televisión mundial a transmitir cientos de imágenes en la totalidad de los continentes de este mundo que se prepara para recoger al cristianismo en toda su fortaleza para su conducción espiritual. Entonces, nos volvíamos a preguntar si una elección mundial había provocado tanto apoyo espontáneo en la historia del hombre. Y en verdad, la espontaneidad alegre y animosa, las voces fuertes expresan el nombre papal, su origen eclesiástico, en fin, no habían alcanzado el júbilo del actual.

Normalmente, cuando asume en estos tiempos modernos una autoridad espiritual de tanta presencia mundial, la prensa se encarga de cargarle la responsabilidad de solucionar los eternos problemas humanos, partiendo por la necesidad de paz, el fin de cualquier guerra y los inicios de una vida universal de buenos ánimos y paz. En el caso de León XIV, ya se le entregó la guerra de Ucrania con Rusia, los anuncios de Pakistán y la India, y la eterna división política mundial, ahora ya más estrecha en una de las partes, la marxista, que cada día es más pequeña en su manifestación política revolucionaria. La naturaleza humana tiene conflictos en su quehacer. Lamentablemente es así. Y la responsabilidad de la paz es también un asunto que nos compete a todos.

En suma, estamos con un Papa que ha conquistado el mundo en pocas horas. Ha desparramado confianza y buenos anhelos de días mejores.

Mario Ríos Santander

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