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La Tribuna
Columnista

La dimensión emocional en educación

Alejandro Mege Valdebenito

por Alejandro Mege Valdebenito

"La compasión se erige sobre la empatía que, a su vez requiere prestar atención a los demás. Si estamos absortos en nosotros, no nos daremos cuenta de los demás y seguiremos nuestro camino, indiferentes a su sufrimiento", Daniel Goleman.

La experiencia de la primera clase realizada en mi práctica docente, en un quinto año básico de una escuela rural de la comuna de Victoria, me marcó profundamente y me enseñó -de lo que me di cuenta en el ejercicio de la docencia algunos años después- cuánta  era la importancia que tenían las emociones en las relaciones humanas y en el aprendizaje de los alumnos.

En esa oportunidad, y sin mayor trámite, el director de la escuela pública, después de hacer una rápida presentación, me dejó solo ante un curso de alumnos que no conocía. Fue un momento en que me sentí inseguro y abandonado, como si el piso de madera de la sala de la muy modesta escuela -como lo eran en esa época las escuelas rurales- se hubiera movido bajo mis pies, las paredes hubieran circulado alrededor de la sala y el libreto preparado y revisado tantas veces de cómo iniciar la clase hubiera perdido toda razón de ser.

Durante algunos minutos los alumnos observaron la situación en absoluto y respetuoso silencio. Algo recuperado y sin decir palabra, desplegué sobre el pizarrón el papelógrafo que había preparado y, al darle la espalda a los alumnos, recuperé un tanto la confianza y el control de mí mismo.

Inicié la clase, que era sobre las desviaciones de la columna producto de las malas posiciones al sentarse o al realizar diferentes actividades físicas y, al dar ejemplo de las consecuencias que dicho hábito producía, cometí un gran error por no haber averiguado previamente quienes y qué tipo de alumnos constituían la clase. Cuando describía algunas de las desviaciones de la columna, oí un sollozo que provenía del final de la sala. Me acerqué y vi a un alumno en cuya espalda tenía una prominente joroba y, de sus ojos llorosos, las lágrimas descendían por sus mejillas.

La emoción me embargó: me sentí mal y culpable de haber provocado la situación y traté de consolarlo dando algunos ejemplos de importantes personajes de la historia que, habiendo sufrido problemas similares y aún peores, no les fue un impedimento para llevar una vida no solo útil, sino también feliz.

Numerosas investigaciones han comprobado que la dimensión emocional influye más que la racionalidad en el aprendizaje, y es un aspecto que la educación -esa que habitualmente se entrega a nuestros alumnos- no considera de manera adecuada, siempre presionada por los resultados académicos cuantitativos más que cualitativos, que se consideran ser los que se necesitan para "triunfar" en una sociedad donde la inmediatez de los beneficios materiales, como producto de una educación que no siempre forma personas, son prioritarios.

El español Francisco Mora Teruel, reconocido Dr. en Neurociencia, afirma -como lo hacen otros especialistas- que los humanos somos seres emocionales más que racionales, que la emoción hace que el cerebro funcione bien y que sin emoción no hay memorización, ni pensamiento coherente, ni toma de decisiones adecuadas. Lo que mejor se recuerda, por el contrario, es aquello que tiene un significado emocional.

El desarrollo de la dimensión emocional en los estudiantes permite que incorporen en su forma de ser y comportarse las normas y valores que la vida en sociedad necesita para una convivencia armoniosa. La dimensión emocional en el proceso educativo permite lograr la atención en los alumnos, ya que sin atención no hay aprendizaje y obliga al profesor(a) a estar permanentemente llamando a prestar "atención" en su clase, más si el período atencional en los alumnos no dura más de 20 o 30 minutos, a partir del cual lo que se enseña pierde sentido para ellos. Ante ello, el Dr. Mora Teruel recomienda, para ese momento "tensional" de la clase, "romper el discurso" con un par de minutos con algo interesante, nuevo o entretenido, para retomar el tema de la clase sin que se pierda el sentido de lo tratado, teniendo en cuenta que: "El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro racional" (D. Goleman).

Alejandro Mege Valdebenito.

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