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Columnista

Amigos y amiguismo

Alejandro Mege Valdebenito

por Alejandro Mege Valdebenito

"No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guie. Camina junto a mí y sé mi amigo", Albert Camus, Premio Nobel de Literatura 1957.

En la época, hace no poco tiempo, en que cursaba  Humanidades —hoy Enseñanza Media— (reconozco que  valoro más las Humanidades por lo relacionado e integral que estaban todas las asignaturas), la profesora de la clase de castellano, asignatura que luego pasó a llamarse Español y, hoy, Lenguaje y Comunicación -siendo posible que en el futuro tenga otro nombre, como si cambiarle el nombre enseñara a  leer mejor, escribir de manera legible, comprender lo que se lee, ser sistemático y ordenado, reflexivo, con ideas propias, críticos y autocríticos y, sobre todo, tener  hábitos deseables que la lectura y la escritura ayudan a construir- nos pidió que escribiéramos una composición sobre el mejor amigo que hubiéramos tenido.

Después de darle vuelta al asunto y buscar el significado de "amigo", concluí que mi mejor amigo era mi propio hermano, que, por serlo, no había caído en cuenta del aprecio, la lealtad, el apoyo, el cariño  y el respeto mutuo que le tenía, manteniendo una relación fraternal, que a pesar de poseer discrepancias, opiniones y preferencias distintas -que las defendíamos con franqueza y honestidad- nos llevó a darnos la espalda ni desconocer aquello con lo que nos habíamos comprometido, buscando, sobre todo, la verdad. 

Sobre la composición realizada, la profesora me hizo, si mal no recuerdo, la siguiente observación: "¿Sabes? Tu trabajo está bien, pero lo que se esperaba era que el amigo no fuera un familiar, sino una persona ajena a tu familia, en la que reconocieras algunas de las características que reconoces en tu hermano, puesto que, en no pocas ocasiones, algunos familiares resultan ser los menos amigos". La vida me enseñó que tenía toda la razón. Se suele tener más verdaderos amigos fuera del círculo familiar que dentro de él, más cuando el sectarismo ideológico y los intereses personales lapidan los sentimientos y valores de la amistad y oscurecen la razón.

Al recordar aquello, y viendo el panorama de las relaciones interpersonales que estamos viviendo como sociedad, la amistad del verdadero amigo, que se expresa en las buenas y las malas situaciones, se convirtió en un bien  raro y escaso que ha sido, lamentablemente, reemplazado por el "amiguismo": una práctica que se ha hecho común, especialmente, en el ámbito de las relaciones políticas, económicas y de poder, constituyéndose como el peor enemigo de la sociedad, sobre todo, cuando es utilizado para favorecer a quienes se suponen amigos, en detrimento de otros, sin considerar las cualidades ni el mérito que poseen.

Esta práctica produce la pérdida de equidad y de justicia y, lo que es peor, perjudica a quienes recibieron puestos, favores o beneficios por el solo mérito de experimentar simpatías o compartir determinadas posiciones o ideales que los identifican. Así, cuando alguien triunfa, adquiere poder o dinero, los supuestos amigos aparecen por todos lados para aprovechar los "beneficios" que no se merecen, actitud que cambia cuando la posición privilegiada comienza a declinar. Y no solo se alejan: lo descalifican de manera desleal y hasta vulgar sin rubor alguno, en un intento de evitar que su declinación no afecte sus propios planes de figuración pública, política o laboral.

¿Cómo responderían hoy esos distinguidos personajes si tuvieran que redactar una composición sobre el amigo y el valor de la amistad, como lo hiciéramos los estudiantes de aquel entonces?

La amistad del amigo es una relación positiva y saludable. Es no estar solo, sentirse parte de algo y ser alguien junto a otros, compartiendo realidades y sueños con los iguales, sin dañar ni envidiar a nadie, y menos al amigo que en su día y hora les dio su confianza y apoyo.

Es una lección que no debemos olvidar: a los amigos hay que cuidarlos y respetarlos, pero el respeto se pierde con la práctica del amiguismo, que contamina y degrada la relación de amistad.

Alejandro Mege Valdebenito-

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