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Columnista

Superioridad: ¿valor o disvalor?

Zenón “Cheno” Jorquera

Concejal de Los Ángeles

por Zenón “Cheno” Jorquera

No voy a insistir en la importancia de leer. No quiero emular al excelente humorista nacional Coco Legrand, mostrándome -como dijo él- "monotemático y repetitivo". Sin embargo, no puedo dejar de sentir satisfacción cuando al momento de decidir acerca de lo que escribiré en mis columnas, me encuentro que -coincidentemente- aparecen, entre los columnistas que sigo semanalmente, temas afines. Así reafirmo mi afición y hábito: Leer es muy necesario y hace bien.

El disvalor es una cualidad que se opone a un valor, la arrogancia es uno; sentirse superior y, por tanto, con el deber de criticar todo lo que se entiende es contrario a su pensamiento, creerse dueño de la verdad y atacar a quien no sea afín.

Los valores y antivalores son aquellas cualidades o propiedades que poseemos las personas y también las cosas (objetos). "Cosa", palabra muy usada, tanto como la "cuestión"; ambas pueden reemplazar a tanto objeto o elemento que queramos, y que no logramos describir en detalle. Muy típico nuestro. Mientras que desvalorar es quitar valor, consideración o prestigio a alguien o algo. Mucho hay ahí de envidia o resquemor, rencor y hasta un poco de resentimiento. Gabriela Mistral lo describió acertadamente utilizando el término "ningunear". Y qué fácil es hacerlo para quien se siente superior, sin más mérito que el haber logrado cierta  visibilidad, pero no demostrando todavía su real valía o luminosidad. 

 El biólogo y filósofo Humberto Maturana consideraba que el lenguaje es un mecanismo de convivencia que permite a los seres humanos vivir en armonía. El "lenguajear" decía él "es el fluir humano... que tiene lugar mediante las continuas transformaciones coherentes que ocurren en las interacciones recurrentes".

Hay que saber dialogar, primero que todo siempre con respeto por y con el otro. Lástima que no siempre se utiliza convenientemente. 

"Las virtudes, el buen criterio, el altruismo, la honradez, la excelencia, el mérito, NO están de moda", dice el doctor en sociología Carlos Cantero, en una columna reciente, y agrega que "la gente (supuestamente) inteligente se comporta de manera idiota". Cierto. Es verdad. Las apariencias engañan. Esto es como el refrán "el buey  más manso, pega la patada más fuerte". Hay quien se muestra muy dócil, amable y un tanto zalamero, hasta cuando aparece su verdadero yo, se irrita y actúa de manera colérica.

Cantero menciona y, a la vez, nos motiva a leer a Erasmo de Rotterdam (El Elogio a la Locura), Federico Nietzsche (La Genealogía de la Moral), Dietrich Bonhoeffer (Teoría de la Estupidez), y a varios otros, más contemporáneos, que han analizado la estupidez humana y publicado varios libros al respecto. Me interesó sobremanera su mención a la diferencia establecida entre cretino, estúpido e imbécil por el cineasta francés Jean Claude Carrière y el intelectual italiano Umberto Eco. Habrá que analizarla. 

El complejo de superioridad se manifiesta de distintas maneras. Percibirse como superior, apreciarse demasiado, creer que está autorizado para opinar sobre cualquier tema y sentirse amplio conocedor (aunque no lo sea), y preguntar de manera impertinente sin percatarse de ello, son algunas formas. Y no perder jamás. Si es necesario -para ganar- ofender, denostar, menospreciar. Tener siempre la última palabra porque el orgullo no le permite advertir que un simple intercambio de palabras no es una contienda bélica. De lo contrario,  le asoman actitudes inmaduras.

Tolerancia hace mucha falta en nuestra cotidianeidad para saber vivir. A Mahatma Gandhi no le gustaba la palabra tolerancia, pero no encontró otra mejor. En tanto para Voltaire "estamos llenos de debilidades y errores y debemos perdonarnos recíprocamente nuestras tonterías: es ésta la primera ley de la Naturaleza".

Para vivir mejor debemos aprender a respetarnos mutuamente. Y no inmiscuirnos en lo que no debemos.

El cantautor nacional Eduardo Gatti lo expresa acertadamente en su canción "Quiero paz": "¿Cuánto demora el hombre en entender? /¿Cuánto demora en discernir?... /Quiero paz/ quiero una pausa... /Sin pasado, sin temores, / y sin prejuicios que me nublen".      

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