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La Tribuna
Columnista

Don José y Los Ángeles

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

Pobre viejo este José Manso de Velasco, después de tanto que hizo por Chile, terminó su vida confinado en Granada. Así fue que,  culminado su exitoso gobierno en el "Reyno de Chile", (es quien ha gobernado este territorio por más tiempos. Le ganó al General  Pinochet por dos meses...), exitoso por su ampliación laboral y de asentamientos humanos hacia el interior de nuestro país,  fundando varias villas, hoy todas ciudades importantes, capitales de provincias, algunas en franco desarrollo comercial y de servicios con poblaciones que superan los 200 mil habitantes, es nombrado Virrey del Perú, arribando a Lima, ya viejo, 72 años y algo cansado de los trajines que le demandó su gobierno en la Capitanía General de Chile. En su virreynato, a poco llegar a Lima, le corresponde enfrentar un terremoto desatado violentamente, destruyendo sus edificaciones, creando una asonada dramática y dolorosa en su población. A poco de haber  llegado, debe enfrentar este dramático momento que se extiende por muchos meses debido a las réplicas ocurridas tras el mega sismo, el más destructor de la historia peruana, que se sumó un tsunami, cuyas olas, según expresan cronistas de la época, se elevaban sobre los 17 metros, desolando todo cuanto encontró a su paso, cinco kilómetro tierra adentro, perdiendo la vida a lo menos 5 mil personas. Transcurrido algún tiempo, Manso de Velasco con sus 74 años a cuesta, vuelve a España, autorizado por el Rey Fernando VI,  en procura de un muy bien ganado tiempo de paz y vejez tranquila. Aborda un navío que lo lleva a Panamá. Ahí lo espera una cuadrilla de corceles para, cruzando aquel istmo, pudiese embarcar en una de los tantos navíos españoles que zarpaban desde el puerto de Colón hacia la Madre Patria. 

Aborda una embarcación que se dirige a La Habana previamente. Ahí, permanecería brevemente para continuar su viaje hacia España. Habían transcurrido algo más de 18 años de trabajo al servicio de Su Majestad, el Rey de España. Su vuelta a su tierra ibérica, lo tenía entusiasmado y feliz.  Sin embargo, nuestro viejo amigo, con muchos sinsabores a cuesta después de haber dejado la Capitanía General en Chile, se ve envuelto en otro asunto bélico que, sin tener responsabilidad alguna, termina su vida degradado y confinado hasta su muerte. 

A poco llegar a La Habana, ésta, se ve rodeada de la poderosa armada británica. El gobernador español de la isla, dispone que Manso de Velasco, el oficial de más alta graduación, asuma la responsabilidad de enfrentar el asedio británico.  Al asumir tales funciones, nuestro viejo servidor de Su Majestad comprueba que los soldados ibéricos no era más de s60 lanceros y fusileros y algunos cañones, pero aun así, logra mantener a salvo la isla cubana por algunas semanas hasta que, terminada las reservas de pólvora y por tanto sus fusiles y cañones silenciados, no cabía más que rendirse y de esa forma, evitar una masacre de sus tropas. El Gobernador de la isla, eleva un informe sobre lo actuado por Manso de Velasco, manifestando su acto de rendición. Ello, tiene como consecuencia al llegar a España, que la Justicia Militar de Su Majestad el Rey Fernando VI lo castiga severamente por el oprobio de haberse rendido frente a la Armada Británica perdiendo todo empleo militar por diez años y es confinado a Granada falleciendo en la más absoluta soledad en Priego de Córdova.

Este fue el hombre que dispuso la fundación de Los Ángeles. Próxima semana, conoceremos de una tesis: ¿Por qué fundada en este lugar?      

Mario Ríos Santander

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